El Apunte
Dos años y así no se puede
Kichi cumple el ecuador de su segundo mandato desbordado por su inoperancia y con un proyecto paralizado en el tiempo
Hace dos años, la ciudad de Cádiz entregó a Kichi (no a Podemos, no a IU, no a siglas estériles, sino a Kichi) la llave del gobierno. Los gaditanos en gran parte aceptaron las pueriles excusas del alcalde y sus ediles de que ... la oposición desleal había paralizado toda gestión, poniendo palos en las ruedas a su nuevo modelo amable y sostenible. 24 meses después, al borde de la mayoría absoluta y la mano tendida en numerosas ocasiones por Domingo Villero y Mara Rodríguez, todo sigue igual. O peor. Porque el mundo rueda y quien se para retrocede. Y Cádiz se ha frenado en seco.
Cuesta trabajo encontrar en este par de años algún éxito en su gestión. En su primera época se aferraron al carril-bici, financiado por la Junta. Ahora los conflictos se expanden como una pandemia desastrosa. El transporte y la limpieza (la casa sin barrer), la pérgola calcinada de Santa Bárbara, la plaza de Sevilla, las murallas, los megaproyectos como el mercado gastronómico o los hoteles de la estación y el Carranza, el centro de Altadis, la bronca continua con la Policía Local... Queda esa sensación de que Kichi, desamparado por la inoperancia de muchos compañeros de viaje, se ha quedado completamente desbordado a la espera de que el tiempo indique su camino de vuelta a la docencia y la lucha sindical . De ahí que sorprenda a todos esa renuncia a su palabra y su intención de seguir de alcalde pese a la promesa de poner fin a su cargo a los ocho años. ¿Otra vez?
El gobierno del cambio lo único que ha cambiado son nombres del nomenklator callejero , y aún no ha podido con el Estadio. Ha criticado con fiereza el autobombo de Teófila Martínez y es el protagonista de un vídeo promocional hecho a su mayor gloria, como si Cádiz y Kichi fueran dos conceptos indisolubles. Y ha logrado decepcionar hasta a los suyos, al ser incapaz de cumplir con sus proclamas populistas, tan despegadas de la realidad.
Un rotativo anglosajón ensalzaba de la Tacita de plata su encantadora decadencia. Es como una isla atrapada en el tiempo, al igual que su querida Habana . Un eslogan fabuloso para el turista nostálgico, un mensaje infame para el gaditano de a pie que ve como sus oportunidades languidecen y ve como su ciudad se convierte en una reliquia del pasado, no en la Cádiz del futuro que esta vida demanda.