Alcalde y concejales, los últimos en enterarse

Un bando lleno de ripios y una llamada a la concordia no pueden cubrir la imprevisión municipal en una fiesta con mucho público que se veía venir hace semanas

Foto de archivo del alcalde. L.V.

Es curioso. Los primeros que tuvieron que enterarse han sido los últimos en asumirlo. Sí, Cádiz tendrá dos carnavales por la inexplicable resistencia de su Gobierno local de asumir la realidad. Es obvio que había, hay, motivos para trasladar a otra fecha, o cancelar, el ... Concurso de Agrupaciones del Falla. Los ensayos y las actuaciones habrían sido imposibles en estas últimas semanas. Pero trasladar la fiesta de la calle a finales de primavera fue una temeridad que ha provocado la realidad vigente. La ciudad tendrá que vivir y asumir, ojalá que disfrutar, una fiesta más o menos multitudinaria esta próxima semana y otra similar al borde del verano. Como todas las fiestas tradiciones, públicas, arraigadas, que conllevan el movimiento de mucha gente, causarán algunas molestias. El impacto en el tráfico, en la limpieza, en el acceso a viviendas y edificios es inevitable. Esperemos que quede ahí, que no haya que lamentar ningún incidente de seguridad o de convivencia. Porque el Ayuntamiento de Cádiz –con su ceguera para admitir que el Concurso debía ser aplazado pero la fiesta en la calle debía ser una y en su fecha– ha cometido una imprudencia. Y eso no se tapa ni se arregla con un bando lleno de buenas palabras sacadas de un pasodoble cursi de comparsa mala. El derecho a la felicidad, la necesidad de luz y esos ripios que tanto usa el alcalde gaditano nunca restan responsabilidad a su función. Él y su equipo deben disponer los dispositivos para que la fiesta funcione en la fecha que el resto de la humanidad quiere y, ahora también, en la que ha decretado el equipo de Gobierno por servidumbre a un Concurso Oficial de Agrupaciones en el que, además, le han dejado plantado las mejores firmas y agrupaciones. Los romanceros y las callejeras anunciaron bien pronto que no se movían de febrero. Podría haberse rectificado y dejar mayo, junio, para algunas veladas de Falla, con o sin formato de Concurso. No habría que pedir concordia a los vecinos y se podrían haber previsto los dispositivos habituales. Pero eso supondría rectificar, un verbo que no saben conjugar los dogmáticos.

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