El alcalde ya tiene trofeo sectario
Cambiar el nombre de una avenida encarna el absurdo uso de su responsabilidad
El afán del Gobierno municipal de Cádiz por lo propagandístico y lo sectario ha quedado comprobado en reiteradas ocasiones desde que el actual alcalde tomara el bastón de mando en junio de 2015. Ayer, sin embargo, tomó forma de acuerdo plenario, lo que otorga ... aún más gravedad al gesto para convertirlo en hecho. Los debates vacíos, con las medidas que no suponen nada para los ciudadanos en su vida cotidiana, se convierten así en acuerdo formal para mayor satisfacción de los partidarios e incomprensión de todos los demás ciudadanos de la capital gaditana.
El vicio político de usurpar el espacio de la gestión diaria y real con debates históricos, internacionales o propios de fanáticos partidistas alcanzó ayer su mayor cota. A la eliminación del busto de Mercedes Formica, o al cambio de nombre de la avenida Ramón de Carranza por el de 4 de diciembre de 1977 le siguió el absurdo debate sobre la denominación del estadio Ramón de Carranza. Por no mencionar la fijación con todo lo que tenga el nombre de José María Pemán, ya sea una estatua o un teatro de verano.
La persecución ideológica llegó ayer, y en sesión formal, a uno de los más activos actores de la reconciliación entre las dos españas en los 40 últimos años, al garante de la mayor época de prosperidad económica que ha conocido España por más que haya podido cometer errores en su última etapa: Juan Carlos de Borbón. La eliminación de su nombre de una avenida no es más que un intento infantil de tratar de proponer un debate entre Monarquía y República. Es una discusión legítima, y antiquísima, pero sencillamente no corresponde a un modesto ayuntamiento de una ciudad que tiene muchos más problemas, muchísimos más.
El PSOE, el partido que permitió que el actual alcalde llegara a tomar posesión, coincide con esta incomprensión pero, de forma igualmente incomprensible, se abstuvo para dejar que el cambio de nomenclátor se produzca. Igual que Pedro Sánchez en el Gobierno de Madrid, dice una cosa, defiende la Constitución y la libertad de boquilla, pero luego permite con sus actos que los radicales cuestionen el sistema de forma cotidiana, ya sea a nivel municipal, autonómico, estatal o europeo. El objetivo es hacer ruido. La fijación del alcalde y sus seguidores se ha cobrado la pieza del nombre de la avenida Juan Carlos I, un personaje histórico inocente hasta que un tribunal dicte lo contrario.
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