El alcalde de Cádiz designa a un nuevo demonio

La Junta y su presidente pasan a ser los nuevos culpables de todo, enésima reencarnación del mal

Han bastado unas declaraciones del presidente de la Junta de Andalucía en Cádiz, en las que dejaba entrever las dificultades para que la planta de Airbus continúe abierta –ninguna novedad– para que la amalgama de dirigentes socialistas y afines al ininteligible entramado Podemos-Adelante-Anticapitalistas ... le declare causante de todos los males de la Bahía. Si hubiera ocultado la realidad, como han hecho repetidamente responsables del Gobierno de Madrid, desde el presidente Sánchez a una de sus ministras, la acusación habría sido por mentir a los gaditanos. Como admite la dificultad del trance empresarial, se le tacha de «enterrador» o «pusilánime». Resultan dos adjetivos irónicos si vienen de partidos que apoyan abiertamente a formaciones filoterroristas o que son asombrosamente cobardes ante los planteamientos independentistas de varios partidos en distintas zonas de España. Las palabras del alcalde de Cádiz, y de su compañera de partido escindido Teresa Rodríguez, pretenden convertirse en lema y estandarte de la oposición autonómica, aunque los votos, los números y los argumentos no les alcanzan para eso. Ni de lejos.

González Santos ha decidido convertir Cádiz en aldea gala que lidere una insurrección contra la pérfida Junta, en un baluarte de libertad que nadie ve. Se limita a pontificar en redes o comparecencias para azuzar el miedo a la llegada de una ultraderecha que no existe porque si el actual Gobierno autonómico ha mostrado alguna virtud es la ponderación. Eso sí, mucha crítica al enemigo exterior, mucho artificio, mucho ripio y nada que mostrar en el apartado de la gestión municipal (ni el carril-bici es iniciativa local), ni un logro, ni plan. Todo se limita a tratar de desprestigiar al régimen del 78 que ahora ve representado en Moreno Bonilla y sus consejeros, en medios y empresarios, siempre despreciables y corruptos. Ahora, también, son enterradores y pusilánimes. Es la nueva versión de los niños famélicos que no podían comer en Cádiz, un relato ‘kichista’ que ya nadie recuerda. El discurso repetido en decenas de ocasiones por José María González y sus compañeros de partido antes de 2015 sólo cambia de forma pero siempre mantiene el fondo y la pose. Se viste de forma oportunista y electoralista según convenga a la ocasión. De poco sirve en el caso de Airbus. Y en cualquier otro.

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