Fernando Sicre Gilabert - OPINIÓN

Cada uno en su sitio

la Ley de Seguridad nacional de 2015, parece que se promulgó con el fin de establecer una estructura unitaria en la lucha contra el terrorismo

El Rey, el Jefe del Estado, quien nos representa a todos, estuvo en su sitio y vivió en primera persona como los catalanes no separatistas malviven y son vilipendiados en una comunidad que es la suya. Rajoy y su gobierno en pleno, también debieran tomar nota de lo ocurrido. El Estado tiene que tener presencia real en todo el territorio nacional. Lo contrario es reconocer la orfandad sobrevenida desde la promulgación del Estatuto de 2006 en Cataluña para la mitad de la población. Insisto, SM el Rey una vez más estuvo en su sitio . En su ‘real’ lugar. Aquí discrepo. Quien nos representa a todos, debía abrir y ocupar el lugar central en la manifestación.

Los atentados habidos parecían que lo cambiaban todo, aunque por muy corto espacio de tiempo. En realidad ni lo hubo. En plena ejecución de los atentados, cuando explota la casa Cambrils, la juez indica que presume que allí se prepara un atentado y la inexperiencia de la policía autonómica en esas lides, sólo se atiene a recriminar a su Señoría, increpándola llamándola exagerada. Pero no contento con ello, impiden la entrada de los Tedax , experto en explosivos. Luego se conoce que la alcaldesa de Barcelona se negó en su día a la colocación de vallas fijas y móviles, recomendada por el Consejo de Seguridad Nacional, porque «pretende tener una ciudad libre de violencia y terrorismo». Qué bonito, me voy a poner a llorar con las tonterías de la progresía española.

También la CIA había advertido hace dos meses de la inminencia de un atentado en Barcelona . El ‘segundo’ de la policía autonómica fue informado sobre el Imán y no le dio importancia de las aseveraciones vertidas por su homónimo belga, ocultándola a la española. Haber matado a todos los terroristas, perdónenme «abatidos» en lugar de haberlos cazados, al menos a alguno de ellos, por dos motivos, uno de practicidad, sacar la información al vivo, ante la imposibilidad de sacársela al muerto y en segundo lugar, porque después de haberse suprimido la pena de muerte, la policía solo puede recurrir a ello cuando peligren sus vidas.

En los cuatro primeros, todo parece más que justificado, cuando un aguerrido y valiente ex legionario del Tercio de Melilla, los llevó a todos ellos a su paraíso por la vía rápida. El último, el conductor de la furgoneta, fue muerto en un auténtico despliegue, a pesar de que lo lógico hubiera sido su captura para obtener información. Aquí los autonómicos no quisieron correr peligros «innecesarios» y fueron los Tedax, los que gestionaron la situación posterior. Los cinturones explosivos les aterran. Seguro que el de la legión lo gestiona sólo, o en su caso ayudado de la cabra.

Extraigo dos consecuencias directas de lo acontecido en estos días atrás. En España las Leyes valen para poco. El imperio de la Ley debiera ser absoluto, cuando en realidad indican mero relativismo. El artículo 155 CE, diseñado como su copia, el artículo 37 Ley Fundamental de Bonn, debiera poderse cumplir automáticamente por cuestión de eficacia. Aquí no, el Reglamento del Senado pone tantos impedimentos que exigen un tortuoso periplo de más de dos meses para su aplicación. También, la Ley de Seguridad nacional de 2015, parece que se promulgó con el fin de establecer una estructura unitaria en la lucha contra el terrorismo , para paliar el problema planteado por los Estatutos de Autonomías, especialmente el catalán en su artículo 164. Ahora podemos aseverar que ha sido papel mojado, porque el atentado ha sido perpetrado en el ámbito de un comunidad, aunque sus efectos se proyecten en toda España.

El Gobierno ha vuelto a actuar mansamente. Los Mossos despliegan su competencia por delegación y por lo tanto el Estado puede en cualquier momento advocar la competencia. Los Tedax tenían que haber entrado sin más y a lo mejor, la pobre de la Juez, no sigue lamentándose de no haberse impuesto a la inmundicia policial autonómica buscando réditos políticos , aprovechándose del momento, para ofrecer una imagen de un “Estado”, el “Catalán”, que ha errado por todas partes como ya he apuntado y encima quiere que comulguemos con ruedas de molinos. El imperio de la Ley es el fin último de la soberanía popular, detentador de todo el poder en España.

El Estado tiene que ponerse en su sitio. Para ello, su estructura y despliegue en todo el territorio nacional es determinante, para amparar a la nación española, allí donde sus integrantes se encuentren, también en Cataluña. Su majestad lo ha vivido en sus carnes. Pensemos en los españoles que habitan Cataluña y solo encuentran el desamparo de su propio Estado. ¡Viva el Rey!

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