Andrés G. Latorre
Caballeros rodantes
Siempre me llamó la atención que en los espectáculos más bárbaros se abuse de términos que aluden a la caballerosidad
Siempre me llamó la atención que en los espectáculos más bárbaros se abuse de términos que aluden a la caballerosidad. Tal es el caso, sin ir más lejos, del boxeo, esa barbarie en la que dos señores (o señoras) se atizan hasta que uno de los dos cae a la lona envuelto en sangre. Deporte de caballeros. Términos similares se emplean en el espectáculo de los toros, pero eso es un jardín donde es mejor no meterse. Ya saben, esa gente a la que todo ofende...
En cambio, pocas veces se alude a los pilotos de MotoGP como caballeros. No andantes, sino rodantes, bien sobre sus motos bien sobre el abrasante asfalto al jugársela en una curva que se acomete con más gas del recomendado. Caballeros armados a fuerza de caídas, de enfrentamientos, de ir ascendiendo desde Moto3, de no meter demasiado la pata hablando con posaderos y periodistas y de ser diestros en el arte ancestral y sagrado de caer bien a los patrocinadores.
Pero amigo lector, no confunda usted los términos, que los caballeros que aquí reivindico no son amigos de abrille la puerta a las señoras, dejalle propina al taxista o cedelle el asiento en el autobús a sus mayores. Son, en muchos casos, follones al estilo del Caballero de la Blanca Luna (que engañó a Don Quijote para que volviera a boxes) o de Lancelot (que disfrazado de Arturo yació con Ginebra).
Son de la estirpe de valientes que no dudan en batirse en singular combate contra sus oponentes. Los que proclaman que no hay dama más bella que su escudería y apuran cada curva para denfendello. Los que miran de frente y no se amilanan en los últimos metros. Márquez, Rossi, Lorenzo (quizá las Ducati si les dejan) conocen bien el circuito de batalla y, cada vez que bajan la celada con sus dulcineas aguantándoles la sombrilla, lo hacen sabiendo que la Excalibur de cada año está reservada solo al auténtico rey de las dos ruedas.