OPINIÓN
Son de butiflé
Es cuestión complicada porque uno ha de fijar bien los términos, dibujarlos sobre el papel
Tengo trescientas setenta y cinco palabras para explicarles de un modo conciso y al mismo tiempo literario mi opinión sobre la Declaración Unilateral (siempre me sale Universal) de Independencia de Cataluña y la aplicación del artículo ciento cincuenta y cinco (siempre me sale la rima prohibida) de la Constitución Española. Es cuestión complicada porque uno ha de fijar bien los términos, dibujarlos sobre el papel (realmente, en la pantalla del ordenador) con precisión de cirujano sobrio, repasar una y otra vez sus líneas por si algún duende (especie cacique, chula y fascista, como es bien sabido) ha pulsado la “m” de mi teclado mientras escribo inmersión lingüística, es decir, que ustedes lean immersión y digan con aplomo que el tipo aquél que firma con sus apellidos no atina con las consonantes nasales, graves y sonoras.
Pues eso, ciento cuarenta palabras después me acerco peligrosamente a las ciento cincuenta y cinco y pienso en este despropósito autonómico, en la baja calidad de los materiales compositivos de nuestra clase política, en la capacidad zigzagueadora de la Justicia (nunca otro concepto significó lo propio y lo contrario), el aliento interesado de comunicadores de gabinete disfrazados de periodistas y lo podrido del chip aquél que nos instaló Dios en el corazón y que nos permite perdonar. Recuerdo -doscientas catorce palabras- aquello de que nos dieron a los hombres dos grandes dones, el cerebro y el pene, pero no suficiente sangre para usarlos a la vez y pienso asociativamente en Forcadell y su rostro de viuda en ciernes escuchando cantos de segadores, sintiéndose parte del maizal pendiente de rasurado. «Plañideros pero firmes», ése sería un buen eslogan.
Lo malo de tener un espacio epigrámico (palabra soez) es que cuando me emociono, cuando mis dedos arden en conexión inalámbrica con el cerebro (y a veces con el otro órgano, para qué engañarles), el artículo empieza a agotárseme y me digo: «voy a ir pensando en un final sorprendente». Claro que uno no es Hitchcock ni Tarantino aunque se esfuerce y encima le han comunicado que con esta columna estrenará foto (del gran Francis Jiménez) así que la responsabilidad es casi de Estado y no quiero que me llamen butiflé. ¿Traidor yo? Ni jarto grifa. No llevo peluquín ni salgo en chirigotas ilegales, como ellos.
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