El brazo tonto de la ley
«Admitimos la parodia, pero de ninguna manera que nos digan como somos. Por eso nos reímos viendo ‘Torrente’ en cualquiera de sus entregas pero nos ofendemos leyendo noticias»
Seguro que habrá por ahí un estudio subvencionado por alguna universidad ‘low cost’ norteamericana que arroje luz sobre un pensamiento que me ronda la cabeza desde hace mucho tiempo, pero ni tengo tiempo ni espacio de ponerme a buscarlo; ni ganas tampoco, la verdad. Y ... muchísimo menos cuando el trabajo de campo necesario para realizar el estudio lo tenemos tan cercano, que basta con echar un vistazo rápido para estar en condiciones de sacar conclusiones. Verá. No somos como creemos, sino como los demás nos ven. Esta premisa tiene una base científica –tan científica como que la estoy formulando ahora mismo– en el concepto que tenemos de nosotros mismos; de eso sí que hay estudios, por cierto. Un estudio de la Universidad de Chicago puso de manifiesto, no hace mucho, que no solo nos visualizamos mucho más atractivos de lo que somos, sino que nos vemos hasta quince veces mejores de lo que nos ven los demás. Ya ve, estamos como para preguntarle al espejito de la madrastra. La investigación de Nicholas Epley arrojaba, además, una conclusión realmente impactante: la gente suele verse a sí misma como una especie de «versión mejorada», muy subjetiva, mientras que demuestra ser cruelmente objetiva con los demás. Aquello de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, ya sabe.
Por eso, quizá nos gusta tanto mirarnos en los espejos y nos gusta tan poco que nos pongan por delante el retrato de cómo nos ven los demás. Porque en el fondo, sabemos cómo somos, pero no estamos dispuesto a reconocerlo. Quizá el ejemplo más despiadado de esto que le cuento lo tengamos a la vuelta de la esquina. Haga memoria, cuando en 1994 Selu García Cossío –que venía de dos grandísimos primeros premios- sacó ‘Los titis de Cádiz’, la primera reacción del respetable público fue algo displicente «no tienen gracia», «el tipo es muy normalito», «la gente de Cádiz no es así» y cosas por el estilo que pretendían disimular lo que había en el fondo: el tipo era excesivamente real como para que nos hiciera gracia. Los gaditanos, los españoles en general, tenemos poco sentido del humor y poquísima práctica en reírnos de nosotros mismos. El resultado fue un injusto segundo premio y tuvo como consecuencia que a partir de ahí, el Selu añadiese siempre un componente «caricaturesco» a los tipos «gaditanos» de sus chirigotas.
Y nos pasa siempre. Admitimos la parodia, vale, pero no admitimos de ninguna manera que nos digan como somos. Por eso nos reímos viendo ‘Torrente’ en cualquiera de sus entregas y nos ofendemos leyendo las noticias, por ejemplo, olvidando que la actualidad, nos guste o no, es puro «torrentismo». Píenselo, lo del Valle de los Caídos, las nuevas incorporaciones mediáticas de Vox y del PP, los gastos de la FAFFE, todo muy Torrente ¿Quién, si no Torrente, sería capaz de hacerse cargo de un trabajito como el de Villarejo? Y es que la realidad, no hace falta que se lo diga, supera siempre a la ficción. «Ignacio, yo al partido no le voy a cobrar» le dijo el ex comisario al marido de María Dolores de Cospedal, «otra cosa es que cuando venga algún pago o algún empresario o lo que sea, da igual, y que un momento determinado digáis: coño, pues contratad a este que es de confianza». No hace falta comentarlo ¿no? si es Santiago Segura el que se lo dice a José Luis Moreno nos partimos de la risa en el cine, pero no hay que perder de vista que lo está diciendo un ex comisario de verdad, un ex comisario que, por lo visto, tiene grabaciones comprometidas que ponen en tela de juicio a casi todos los dirigentes políticos y económicos de este país. El mismo que fue condecorado, –y en el mismo año en el que mantenía esas exquisitas conversaciones– por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero con la Medalla al Mérito Policial con distintivo rojo –que traducido resulta, con una pensión vitalicia. Un despropósito, ¿verdad? Corría el año 2009, en plena crisis, en pleno convencimiento de que el país se iba a pique por culpa de los funcionarios y de la manía de la gente por comprarse pisos y eso. En plena ceremonia de la confusión.
«Tú ahí pasa lo que tengas que pasar. Baratito, que estamos tiesos» era el encargo de López del Hierro, digno del «Torrente me debe usted 6000 pesetas de whisky». Una vergüenza – «veuensa», que se dice en los Plenos Municipales- dirá usted, «cumplía con mi obligación» decía Cospedal. Y es ahí donde arranca el mecanismo del «automejoramiento mental» del que hablaba el estudio de Chicago. ¿Cuándo se darán cuenta estos emperadores de que van desnudos?
Lo triste es que vamos bajando el nivel de los referentes. Y si hasta hace poco hablábamos de Viridiana de Buñuel y de La Escopeta Nacional de Berlanga como constructores del imaginario social colectivo de nuestro país, a partir de ahora habrá que empezar a hablar de Torrente, el brazo tonto de la ley como una película de culto.
Solo me queda encontrar un estudio que avale mi teoría. Nuestros políticos creen que lo están haciendo bien, pero, insisto, no somos como creemos, sino como nos ven. Y a este país, últimamente, se le ve muy mal.
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