OPINIÓN
‘Bisca’ la republic
Los libros de historia que estudian los niños en Baleares han incorporado el catálogo de martirios del independentismo catalán vecino
Los libros de historia que estudian los niños en Baleares han incorporado el catálogo de martirios del independentismo catalán vecino y todo el rosario de ofensas de los españoles hacia su pueblo. Vienen a decir por ejemplo que la Constitución de 1812 prohibió el catalán, ... pero podrían haber dicho cualquier otra cosa, pues los libros de texto últimamente tiran a lo Panenka. Es curioso este afán de inventar teniendo tantas cosas interesantes que contar que sí que han ocurrido. La historia de la pintada, por ejemplo.
Sucedió en Cádiz, como todo lo que ha tenido enjundia. En Cádiz se ha inventado la civilización Occidental, la libertad de imprenta, la descolonización, el tres por cuatro, la risa, la mala leche, Chano Lobato y la ensaladilla de las Palomas: todo salvo el karate y el cazón en adobo, que se inventó al lado, en San Fernando. Piense en algo, cualquier cosa. La pintada antimonárquica, por ejemplo. Se inventó en Cádiz.
En 1812, aquella España campanuda, liberada y enamorada de un rey traidor, quiso elevar un monumento a la Pepa. Hoy ese monumento de piedra blanca de se eleva en la Plaza de España gaditano junto al muelle donde ronronean los motores de los barcos atracados como gatos dormidos sobre el agua. Se elevan en la tranquilidad temprana de un jardín de jacarandas de olor dulce que, como todo en la ciudad, florecen casi siempre antes de tiempo. La historia del monumento resulta muy gaditana y, por tanto, muy española. Cuenta el sagaz Pedro Ingelmo que tardaron un siglo en poner la primera piedra -simbólica, naturalmente- y 102 años en plantar la primera piedra real, que se posó en 1914. Es decir, que ya se hizo realidad eso de que en Cádiz cualquier papeleo tarda un siglo. El monumento comenzó a fraguarse después de la guerra de la Independencia y no se empezó a construir hasta la Primera Guerra Mundial. Después, tardó otros 14 años en terminarse, y eso que no era precisamente la Gran Pirámide de Giza. Poco después, en Nueva York tardaron 14 veces menos en levantar los 381 metros de altura del Empire State Building de Manhattan. Este medía 32 en su punto más alto. No lo inauguró nadie, porque en 1928 el alcalde de Cádiz esperaba al Rey, y el rey no llegó nunca. En las alturas de su representación, encima de los diputados de las Cortes, por encima mismo de la escena del pueblo dirigiéndose a la batalla, el monumento está cargado de un simbolismo oculto. En la parte más alta, alguien escribió a cincel una leyenda invisible desde el punto de vista del paseante, una frase que dice: ‘Bisca (sic.) la republic’.
Y aquí es donde se inventó la pintada antimonárquica. Al menos es la más antigua que se conoce. Coinciden los historiadores en que en el monumento trabajaron varios canteros catalanes, algunos de ellos probablemente anarquistas, hartos se supone de los vaivenes presupuestarios, de los parones en las obras, de los permisos, naturalmente hartos de España en cualquier caso.
Trabajaron a conciencia, aunque de forma intermitente, pues no había fondos para terminar la vaina, o alguien se los metía en el bolsillo, y es posible que la escena les suene de algo. En esto llegó el catalán y se ciscó en los muertos de la monarquía, de España y de todos los que no ven de lejos. No sé si el de la gloriosa pintada era un cantero catalán independentista; sé que era muy español.
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