OPINIÓN

Bicentenario

Siempre asociaré mis emociones en el Museo del Prado a tía María

Julio Malo

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Siempre asociaré mis emociones en el Museo del Prado a tía María, esa bella anciana deliciosamente majareta, cuyas pupilas azules parecían ecos del Cantábrico que contempló en su niñez; recordar ahora la palidez de su piel, la finura de sus facciones y la ... seda blanca de su pelo, conduce a pensar en las pinceladas de Vermeer que ella misma trató de explicar a sus rebeldes sobrinos. Tal vez entonces yo hubiese preferido ir a la chopera del Retiro para montar en bicicleta, ahora sé que, gracias a tía María, amo tanto la pintura como detesto la alarmante masificación que contamina la serena grandeza de los museos, confrontación entre la industria del turismo cultural y la protección del patrimonio. Fenómeno que condujo a cerrar el Louvre en medio de una huelga de empleados para protestar ante el aumento del número de visitantes que dificulta su labor, llamando así la atención acerca de la degradación en las condiciones de la pinacoteca.

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