El Belén

Hay gente informada que teme que en el próximo ejecutivo habiten dos ejecutivos distintos y enfrentados

Sánchez el miércoles se apoya en el PP y en Cs para legislar contra la república digital catalana y aplicar el e155 y el jueves a la hora del pádel, se sienta con Rufián -cómo rufianea- a negociar la investidura. Eso a Sánchez le parece ... lo normal. Ha dicho Carmen Calvo -que es Tina Turner en funciones- van a negociar con agentes que forman parte del paisaje normal de la política española. Hace un tiempo quebré mi hombro derecho y no fue por ningún saludo preconstitucional. Hoy mi fisioterapeuta, un estudiante italiano que parece uno de esos tipos que ha cincelado Miguel Ángel y que juegan en el Calcio, me ha prometido que en unas semanas podré hacer vida normal. Claro que el guapo de Lucca, dueño de unas manos por las que algunas mujeres se arrojan a posta de cabeza por las escaleras de casa, no se imagina lo que significa vida normal para mí.

Hay gente informada que teme que en el próximo ejecutivo habiten dos ejecutivos distintos y enfrentados, y eso tiene sentido porque el pedrismo siempre hace la mejor oposición a si mismo. En cualquier gobierno tradicional ya funcionan dos gobiernos: el ministro de Hacienda y los demás. Yo temo que en Moncloa vayan a cohabitar dos docenas de gobiernos. Solamente en le foro interno de Sánchez&Cástejon hay ocho o nueve.

Todo en Pedro I de Tetuán puede tener coherencia, pues el presidente del Gobierno en funciones no solo sabe volar, si no que se cree inmortal. Por mucho que la inmortalidad nunca sea definitiva. Con todo, entre el galapagarato, el tractor de Aitor, los de Revilla, los terueles, los canarios y lo del rufianeo, a la aritmética parlamentaria le pones el villancico ‘Trínchame el pavo’ de Leticia-Savater-la-mala y te sale ‘Acción mutante’ unas veces y otras, ‘La Cabina’ de José Luis López Vázquez. A mí me priva el nuevo gobierno de Sánchez porque me recuerda a los belenes en los que a los pastores les faltan los brazos, San José siempre parece cansado y el portal es más grande que el palacio de Pilatos. En el belenismo de a pie de calle y en el sanchismo no caben las escalas ni la proporción. Cómo me gustaba mi diorama con sus ríos de papel de plata, la arenilla del camino que ponía la habitación perdida... A cada momento, el ángel se precipitaba de lo alto del portal como un inglés en Baleares. Qué gustosa es la memoria de aquellos reyes montados en camellos al estilo amazona que cruzaban las piernas mejor que Antonia Dell’Atte. Recuerdo que una tarde fui a los toros y estaba ella. Dell’Atte era alta y larga como un teleférico. También se me viene ahora la tarde en la que mi padre conectó unas bombillas a la red eléctrica para iluminar las urbanizaciones del PGOU de Judea, se equivocó de cable y nos tiramos dos días sin teléfono. Una tarde en la que supongo que llovía, mi primo Alfredo y yo bombardeamos la caravana de los Reyes Magos y nos imaginábamos a los dromedarios espanzurrados.

Desde entonces, adoro esos belenes polimórficos, heterodoxos y por tanto sanchistas en los que las ovejas tienen el tamaño de un pony, los romanos van por ahí perdidos entre las colinas de corcho a propósito, como si traficaran musgo, porque los romanos del Belén siempre tienen cara de panoli, de kinki y de mangui. En el Belén de España hay un rey y tres jefes de Estado y por mucho que nieve, el niño siempre está en pañales.

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