El Apunte - Opinión

Un barco cargado de hipocresía política

El contrato para hacer varias corbetas con Arabia Saudí desvela las dos caras de Podemos

LA VOZ

El problema de la utopía consiste en que su agradable estado de efervescencia se desintegra al toparse con la realidad. Los dirigentes nacionales, regionales o locales de Podemos lo saben bien. Las promesas de felicidad universal y justicia social sin fronteras cogen muy mal color al contacto con el oxígeno, cuando salen del territorio de los sueños, de la imaginación, y chocan con la complejidad que tiene toda gestión, toda negociación, entre seres humanos.

Esta realidad inviolable lleva al doble discurso. Uno es el que se anuncia y se promete. El otro es el que acaba por realizarse. Una cosa se dice antes y otra se calla después. Algo se clama en Madrid y lo contrario se susurra en Cádiz. El caso de la firma para la construcción de cinco corbetas en los astilleros de la Bahía de Cádiz es el último caso y uno de los más ilustrativos.

El Rey de España ha conseguido, tras un año de dudas, que se vaya a firmar en unos días el mayor contrato naval de la historia de Navantia. Supone milones de horas de trabajo, cientos de contrataciones garantizadas para muchas familias de la comarca durante muchos años. Eso sí, implica reconocer que el mundo compra armas, que no siempre los países que las compran aplican los derechos humanos como los que las fabrican. Es la vida que nos hemos dado durante siglos y, si bien resulta intolerable la resignación o la complicidad, resulta pueril negar que las concesiones son inevitables.

De ahí que, en Madrid, desde Podemos se haya tachado poco menos que de crimen esta negociación cuando en Cádiz dos ayuntamientos de ese mismo color político, a los dos lados de los dos puentes, callan por temor a enfrentarse a sus ciudadanos. Navantia necesita esos contratos, como las empresas auxiliares que surten a los astilleros, como tantos distribuidores, transportistas o autónomos de pequeños servicios de la zona. El empleo industrial, ya convertido en excepción, mueve una cantidad de renta y consumo que ningún otro sector es capaz de producir. Esa es la dura realidad y desde Madrid no se ve el mar, ni los astilleros parados, ni se escuchará a ningún miembro de Podemos en Cádiz o Puerto Real negar la evidencia de la conveniencia.

Es un capítulo más de la contradicción y el doble discurso. Sólo que esta vez es tan grande como un barco.

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