Yolanda Vallejo
Asesores Go
Para que se haga una idea le diré que lo de cazar pokemons es ¿cómo decirle? como tratar de identificar a los asesores del alcalde
Al final he sucumbido. En realidad, tampoco me ha costado mucho, para qué voy a engañarle; todo fue ver a Charmander correteando por debajo de la mesa del televisor, haciéndome ojitos, y caer rendida a sus encantos. Disfruté tanto intentando cogerlo con mi pokeball que me entregué a la caza sin pensarlo demasiado. Sobre todo, cuando descubrí en el móvil que, muy cerca, en el Rectorado, había una guarida de pokemons que campaban a sus anchas, y que en la parroquia del Rosario se escondían dos de los más cotizados, lo mismo que en el Keko –al que solamente Nintendo llama Antorcha de la Libertad. Están por todas partes, no se crea, y tampoco crea que esto de ir buscando bichos es una cosa exclusiva de frikis. Solo tiene que probarlo, con precaución, con moderación –como todo en la vida–, porque le aseguro que es bastante adictivo y más en una ciudad como la nuestra, donde los fantasmas, los muñecos, y los bichos se pasean a la luz del día con total impunidad. Lo mismo una aplicación del Pokemon Go solo para Cádiz se convierte en el próximo pelotazo navideño.
Para que se haga una idea le diré que lo de cazar pokemons es ¿cómo decirle? como tratar de identificar a los asesores del alcalde. Se sabe que son diecisiete –y subiendo- se conocen sus nombres y –supuestamente- a lo que se dedican, se sabe dónde trabajan y cuánto cobran –por aquello de la transparencia–, pero a la hora de la verdad, se encontrará usted con el mismo dilema que con el anterior gobierno y ante la duda, se preguntará ¿será este un asesor de Alcaldía? ¿Aquel que me mira en la terraza estará asesorando a alguien? ¿Podré hablar con tranquilidad sin que me oigan los asesores? ¿Quién paga –realmente– a los asesores? ¿Para qué sirven –realmente– los asesores? ¿Qué asesoran los asesores? ¿Quién asesora a los asesores? ¿Qué hace falta para ser asesor? ¿Son los asesores los que rebuscan en el DRAE para que luego el alcalde quede bien en las ruedas de prensa? En fin, un mundo de posibilidades se abre ante sus ojos tan complejo y tan divertido como el Pokemon Go.
Yo hice un master de pokemon cuando mis hijos eran pequeños. Era todo muy complicado porque los bichos estos evolucionaban de una manera tan rápida que era casi imposible localizarlos e identificarlos a todos. Los había esmeralda, plata, oro… los había que empezaban de manera modesta y luego evolucionaban a otra cosa –Ay, mira, como los asesores–, los había buenos, los había malos… Una cosa compleja, ya le digo. La mayoría estaban ahí por lo de la evolución, aprovechando su situación para otros fines, vamos. El subir de nivel no siempre tenía que ver con la preparación del bicho, ni con sus habilidades; la mayor parte de las veces, el crecimiento de los pokemon se debía a favores, a un nivel alto de amistad con el entrenador –por si no lo dije, los muñecos estos se pasaban la partida entrenando no sé muy bien para qué– o simplemente se debía a que resultaban molestos en su nivel y se les subía a otro para que dejaran de protestar. Bullbasaur era un claro ejemplo de esto, un pokemon pesado que siempre estaba poniendo pegas y criticando a sus entrenadores; pues nada, como premio, evolución al nivel 16. Y en el top de los top, Pikachu el pokemon con mayor estatus de felicidad, entrenado por Ash, un maestro pokemon originario del pueblo Paleta de la región Kanto; un chico del pueblo, vamos, con aspiraciones, siempre cuestionado por los malos malísimos del Team Rocket y Meowth.
Dirá usted que para qué le largo este rollo, ¿verdad? Teniendo asuntos tan gordos en la ciudad como la aprobación y publicación de los presupuestos municipales y la sombra alargada del Partido Popular echando estopa al fuego, o como la construcción del pabellón de Pin y Pon en lo que fue el Portillo –y su financiación a lo Lechera–; o como la organización –o no– de la Regata de Grandes Veleros; o como el traslado de Borriquita a San José que abandona el Carmen saliendo desde San Antonio, o como la no inclusión de Cádiz en la Red de Ciudades Milenarias de la Junta de Andalucía y el macabro juego del «¿quién ha hecho?» que mantiene entretenidos al alcalde, a la concejala de Turismo, al delegado de Gobierno de la Junta, a la oposición…
Pues sí, lleva usted razón. Con lo que ha estado cayendo –dicho sin ánimo de provocar conversaciones meteorológicas– resulta un poco frívolo hablar de los pokemon. Pero qué quiere, ya le dije que he sucumbido al encantamiento del nuevo juego de Nintendo con la misma pasión con la que me tragué entera la retrasmisión de la constitución del parlamento, las nominaciones y el reñido voto que llevó a Ana Pastor a la presidencia del Congreso; esperando a un ausente Dieguito en brazos de su madre –»muy crecidito» dijo Carolina Bescansa que estaba– y me acordé de una conversación que presencié en el Carrefour de la plaza días antes de aquel 24 de mayo de 2015. Dos señores mayores, una cola única y un paquete de canónigos; le dice uno al otro «¿A quién vas a votar tú, a la Teo? y le dice el otro «Yo no. Yo al Kichi, que es de Pokemon».