Julio Malo de Molina

Artigas y Da Rocha

Paulo Mendes da Rocha es un superviviente de esa escuela que se conoce como Arquitectura Paulista de Hormigón

JULIO MALO DE MOLINA

Hace pocos días la reina Isabel II ha impuesto la Royal Gold Medal, que concede el Royal Institute of British Architects, a un veterano y humilde arquitecto brasileño cuya trayectoria se ha caracterizado por el compromiso social y la sostenibilidad. Paulo Mendes da Rocha es un superviviente de esa escuela que se conoce como Arquitectura Paulista de Hormigón.

Esta distinción se suma al León de Oro de la Bienal de Venecia y al Praemium Imperiale de Japón, ambos el año pasado; ya en 2006 recibió el Pritzker considerado como el ‘Premio Nobel’ de la arquitectura que también obtuvo en 1988 Oscar Niemeyer, cuya obra de los años cuarenta (Complejo Urbanístico de Pampulha en Belo Horizonte) ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Galardones que reconocen la difícil y brillante labor que un grupo de arquitectos brasileños desarrolla entre los años cincuenta y sesenta del pasado siglo durante los gobiernos socialdemócratas de: Getúlio Vargas, Juscelino Kubitschek y Janio Quadros, promotores de Brasilia, actual capital de la República Federativa, cuyo planeamiento dirigió Niemeyer con la colaboración de los restantes profesionales vinculados a esta manera de hacer arquitectura.

Joao Vilanova Artigas sostenía: «Si prevalece el lucro nunca será posible ni el ideal social de la polis ni la arquitectura para el hombre». Ellos intentaron crear espacios para la gente pero el golpe militar de 1964 acabó con todas aquellas ilusiones. Ya en enero de 2003, durante la toma de posesión del presidente Lula, la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia se llenó de una muchedumbre que agitaba banderas rojas y entre los cuales se encontraban emocionados, tanto Paulo Mendes da Rocha como Oscar Niemeyer, ninguno de ellos habían sido autorizados antes a visitar ese ágora que contribuyeron a diseñar, aunque la habían dibujado con la leyenda: «Algún día esta plaza se llenará de gente».

Joao Vilanova Artigas y Paulo Mendes da Rocha proyectaron y construyeron en los años sesenta la Unidade Habitacional do Parque Cecap en la periferia de Sao Paulo, más de diez mil quinientas viviendas sociales en edificios de tres alturas sobre pilotis según el modelo de las «unidades de habitación» que se habían propuesto en los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna que lideró Le Corbusier entre 1928 y 1959, aunque en ningún lugar de Europa se desarrolló una operación de tanta envergadura y con el rigor social y el austero refinamiento del diseño que se aprecia en las obras brasileñas, como el COPAN de Niemeyer y otras tantas que se desarrollan en la etapa progresista del Brasil contemporáneo.

Da Rocha, nacido en 1928, fue discípulo y colaborador de Artigas (1915-1985) quien fue encarcelado y represaliado tras el golpe militar. El veterano maestro sostenía: «Hicimos buena arquitectura porque éramos pobres»; yo diría que hicieron buena arquitectura porque eran amables y alegres. Spinoza, holandés de origen judío que trabajando como tallista de vidrio escribió uno de los mas interesantes tratados sobre ética, sostenía que la alegría es la principal de las virtudes pues compendia a todas las demás.

Si algo caracteriza al pueblo brasileiro y en especial a su vanguardia cultural es precisamente la alegre y amable inteligencia, solo así se entiende la grandeza de su arquitectura y de su música; también el particular gozo de vivir sus ciudades. Lola Alonso, una de las mejores arquitectas españolas, mantiene estar convencida que los grandes arquitectos europeos de hoy viajan a Brasil para copiar la arquitectura que se hizo allí desde hace medio siglo.

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