Adolfo Vigo - OPINIÓN

Arriba parias de la tierra

El obrero de a pie ya no ve en sus dirigentes sindicales a sus compañeros, a sus iguales

Adolfo Vigo

Se nos fue otro uno de mayo. Otro día de la fiesta trabajadora quedará en el pasado y, con él, las manifestaciones públicas para las mejoras de los derechos de los trabajadores. Y es lógico que día a día estas pantomimas ideológicas, dicho lo de pantomima con el máximo de los respetos, se vayan quedando en papel mojado, ya que los trabajadores cada vez se creen menos estos actos.

La clase obrera española está harta de aguantar escándalos económicos de sus dirigentes y sufrir día sí y otro también la presión del que trabaja buscando un jornal que llevar a su casa. Un salario, al menos justo, con el que poder contribuir al sostenimiento de una casa, afortunado el que la tiene, y de una familia.

El obrero de a pie ya no ve en sus dirigentes sindicales a sus compañeros, a sus iguales. La clase sindical se ha convertido en otro movimiento burgués que lo único que persigue es el beneficio de unos cuantos, utilizando al ‘currito’ para su propio bien. Un elemento más con el que hacerse la foto el uno de mayo y, después de la manifestación, si te he visto no me acuerdo, porque a la mariscada no los suelen invitar.

En este país cada vez estamos más cansados de ver cómo desde los sindicatos se pretende luchar contra las reformas laborales, pero después son los primeros en aplicarlas de forma restrictivas a la hora de despedir a un trabajador.

Y no vale echarle la culpa, como siempre se hace, a los partidos de derecha. Sin ir más lejos, recientemente hemos observado cómo el propio PSOE, con Pedro Sanchez a la cabeza, se se abstuvo a la hora de votar a favor de la derogación de la reforma laboral de 2012, elaborada por el PP, y la del 2010, elaborada ¡oh, sorpresa! por el PSOE de Zapatero.

Asimismo, el Ayuntamiento de Cádiz ha esgrimidos argumentos que se contemplan dentro de la reforma laboral contra la que el pasado uno de mayo se manifestaban para despedir a una trabajadora del IFEF. Incluso podemos ver cómo los mismos sindicatos que claman al cielo por la reforma laboral pasada en la que se reducía el número de día por año trabajado a la hora de despedir a un trabajador, no les ha temblado el pulso en aplicarla.

Y es que el doble discurso moral de algunos ya evidencia que el trabajador es solo un bien utilizable cuando se necesita su voto. Un arma arrojadiza en manifestaciones o huelgas generales. En definitiva, un objeto que se utiliza cuando les conviene y que una vez utilizado vuelve al desván del olvido hasta la próxima manifestación.

Por ello, la pobre participación de la manifestación del pasado domingo no es consecuencia del calor, de la playa, de los días festivos, sino del hartazgo al que se encuentra sometida la clase trabajadora, La cual no ve en sus representantes sindicales, ni en los abanderados, políticamente hablando, a aquellos que día tras día luchan por los derechos laborales del trabajador, sino más bien porque no les muevan el sillón a ellos para seguir chupando del bote obrero.

Y es que el día en que por fin los parias de la tierra se levanten, y hagan escuchar la voz de esa famélica legión, no creo que alguno tenga el más mínimo argumento para seguir hablando de la precariedad laboral, y si de la poca vergüenza a la hora de defender la lucha sindical.

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