Julio Malo de Molina - OPINIÓN
Arquitectura seca
Sugerente imagen naval, mediante proa curva, huecos horizontales, puente de mando y mástil
La vanguardia de la arquitectura española quedó desmantelada por el desenlace de nuestra guerra civil. Los arquitectos modernos se habían comprometido por lo general con la causa republicana y además el Estado Nuevo alienta en sus inicios la arquitectura clasicista al modo del alemán Albert Speer. Al terminar la guerra mundial un grupo de arquitectos recuperan los ideales de la modernidad truncada. Tal vez el ejemplo más notable sea el de Alejandro de la Sota que en 1956 gana un concurso para la construcción del Gobierno Civil de Tarragona mediante un proyecto progresista; terminado en 1959 es una pieza que aún se considera un hito de la construcción moderna. Excelente profesor siempre defendió el carácter científico de la arquitectura, hasta el punto de afirmar que ésta se encuentra en su nivel más bajo cuando se contamina por las artes plásticas. El catedrático de filosofía Gustavo Bueno añade que «la buena arquitectura no es Arte sino Poética», y así en su libro ‘El Mito de la Cultura’ sostiene que la disciplinada concisión poética protege a la arquitectura de sus pretensiones artísticas y por tanto de su manipulación como instrumento ideológico. En 1999 compuse una selección de poemas escritos por arquitectos titulada ‘Arquitectura Seca’, recordando lo que Octavio Paz sostenía: «La poesía ha de ser seca para que arda y nos ilumine». En la antología que se publicó como separata al número 20 de Revista Atlántica de Poesía se recogen versos de: Thomas Hardy, Luis Felipe Vivanco, Antonio Miranda y Joan Margarit, entre otros. Además referencias gráficas a construcciones que muestran el carácter poético de la arquitectura auténtica, aquella que alcanza la belleza como consecuencia de su bondad científica.
Precisamente el pasado 25 de abril se cumplieron XXV años de la presentación en Cádiz de nuestra Revista Atlántica, de cuya maqueta y diseño de cubiertas me he venido ocupando. El número que incluye la antología de arquitectura poética presenta en la portada una imagen del Edificio Torres Blancas en Madrid, de Sáenz de Oíza (1964-68), alta pieza de hormigón visto que apila viviendas con jardín y se considera un ejemplo de la mejor arquitectura contemporánea. A la presentación de esta edición en el Colegio de Arquitectos acudieron los poetas Quim Espanyol y Joan Margarit, éste último escribió luego uno de sus poemas más desgarrados: L’alba en Cádiz, incluido en el poemario que dedica a su hija Joanna. El pasado domingo nos visitó nuevamente para presentar su nuevo libro: La Sombra del Otro Mar” (Ed. Nórdica), en el marco de una Feria del Libro que se asoma a la mar.
Como la Escuela de Náutica, arquitectura marinera y poética de Laorga y López Zanón (1965-1968), hito del borde amurallado de Cádiz en el área mágica de La Caleta. Sugerente imagen naval, mediante proa curva, huecos horizontales, puente de mando y mástil. Actualmente en estado de abandono que está provocando un proceso de ruina, tras una serie de incidencias que comienzan cuando la Junta de Andalucía convoca un concurso para demoler la bella pieza y sustituirla por un edifico de oficinas. Las protestas sólo consiguieron una propuesta de demolición y reconstrucción, burla a la autenticidad de la arquitectura. En anteriores artículos que reclaman la restauración del bello edificio se ha planteado también la recuperación del uso que lo justificaba. ¿No es mejor formar marinos al borde de la mar que donde fueron desplazado en el marco de una discutible dispersión de los centros de la Universidad de Cádiz?