OPINIÓN

Día de la arquitectura

En 1997, la Unión Internacional de Arquitectos se sumó a esta iniciativa

Se celebrará el próximo lunes 1 de octubre; muchos nos preguntamos sobre el interés de estos días temáticos que jalonan el año a modo de santoral laico, desde algunos tan importantes y solemnes como el Día Internacional de los Derechos Humanos (10 de diciembre) o el Día de la Mujer (8 de marzo), hasta otros, promovidos por mercaderes para estimular el consumo de baratijas, como los días de: la madre, el padre, las mascotas, la amistad o la cerveza, y aunque algunos parezcan humoradas, los hay. En 1985, la Asamblea General de la ONU decidió celebrar cada primer lunes de octubre el Día Mundial del Habitat, a propuesta de la Comisión de Asentamientos Humanos, para dedicar ese día a reflexionar sobre la calidad de vida en nuestras ciudades. En 1997, la Unión Internacional de Arquitectos se sumó a esta iniciativa, extendiendo la conmemoración a Día Internacional de la Arquitectura. Con ese motivo, muchas instituciones programan actividades tendentes a mostrar a la gente el interés de tan noble disciplina. En Madrid se celebra una Semana de la Arquitectura que incluye el programa Open House Madrid, o Jornada de puertas abiertas, para que los ciudadanos puedan acceder a edificios de interés. En él colaboran el ayuntamiento y el Colegio de Arquitectos, así como la Logia Provincial de Madrid y la Gran Logia de España. En otras ciudades, se celebran acontecimientos semejantes.

Bruno Zevi en ‘Saber ver la Arquitectura’ (en castellano: editorial Poseidón, Buenos Aires 1976) lamenta el desinterés del público no especializado por la arquitectura moderna; la razón puede encontrarse en la formación recibida por los ciudadanos desde la escuela, y en la información que ofrecen los medios de comunicación. El caso es que no se aprecia el valor de la arquitectura como testimonio de nuestra cultura contemporánea, patrimonio que debiera ser protegido y conservado. En los años treinta, el recién inaugurado MOMA de Nueva York se planteó divulgar la arquitectura moderna, construyendo en su jardín prototipos de arquitectos, como Frank Lloyd Wright y Philip Johnson; el conservador del museo Barry Bergdoll declaraba en una entrevista reciente: «vivimos una arquitectura nueva que modela nuestras vidas, paro la ciudadanía no la entiende». De ese tema se trató en un Foro celebrado hace un año en Madrid, con la participación del arquitecto chileno Alejandro Aravena, Premio Pritzker 2016; del ex alcalde neoyorkino Michael Bloomber y de la alcaldesa Manuela Carmena, entre muchos otros ponentes que defendieron la importancia del conocimiento de las urbes por parte de sus habitantes, y reivindicaron ciudades más pequeñas y más amables.

El Victoria & Albert Museum ha cedido a la Bienal de Venecia de este año un pequeño resto, procedente del derribo de un edificio ejemplar que albergaba viviendas sociales: Robin Hood Gardens, de Alison y Peter Smithson; una de tantas piezas modernas de calidad que fue demolida por razones oportunistas, como ha sucedido en España con muchas obras, pese a la labor de la Fundación Docomomo Ibérico, dedicada a luchar por la conservación del Movimiento Moderno. En Cádiz conocemos el caso de Náutica (Laorga y López Zanón, 1963-68), una pieza formidable que funcionó muy bien como centro para enseñar los secretos de la mar desde el mágico enclave de La Caleta, hasta resultar abandonada. No basta dedicar un día del año a resaltar el valor patrimonial de nuestra arquitectura, es preciso profundizar en programas más ambiciosos que comiencen con la educación, y para la divulgación del interés de la gente por su patrimonio.

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