Yolanda Vallejo

Ni aquello, ni esto

A los años bisiestos su mala fama les precede; que si son agoreros, que si dan mala suerte, que si son tremendos, que si traen miseria, que si son terribles…

Yolanda Vallejo

A los años bisiestos su mala fama les precede; que si son agoreros, que si dan mala suerte, que si son tremendos, que si traen miseria, que si son terribles… vamos, que vienen con todas las papeletas para convertirse en la tierra prometida de los pesimistas, y de los derrotistas, y de los graduados en el master del «ya te lo dije» –que son los que más abundan, por cierto–. A los años bisiestos los persigue el refranero, quizá por ese apéndice peculiar que les cuelga en febrero, o tal vez porque el refranero se alimenta –bastante bien, por cierto– precisamente de la carroña que dejan los malos hados. «Año bisiesto, ni casa, ni viña, ni huerto, ni puerto», ya lo sabe.

Aunque dirá usted que el refranero es una antigüedad muy gorda, que ya no se lleva y que la gente ya no vive pendiente del campo ni de las cosechas –menos mal, porque con el cambio climático, o lo que sea que tenemos encima, cualquiera se aclara con las cosechas– y que confiar en refranes es propio de gente inculta y supersticiosa. De acuerdo. Confiemos en la racionalidad y no en el deseo. Y confiemos, además, en que ese espíritu electoralista que se ha apoderado de nosotros –y que no nos deja vivir desde hace un año–, siga haciendo de las suyas y nos permita vivir con un cierto desahogo los trescientos sesenta y seis días que nos trae este año nuevo.

Y es que el quince, después de todo, abrió la válvula de esta olla exprés en la que nos habíamos acomodado. Sabíamos que la presión nos empujaba, pero resistíamos como podíamos hasta que, de pronto, llegó el año electoral y con él, la devolución de parte de la paga que nos habían quitado por el bien de España y la humanidad, las bajadas tibias de impuesto y hasta cien euritos mensuales para las familias numerosas, después de que el gobierno se diera cuenta de que dos son compañía, pero tres son siempre multitud. Vamos, que ni carta a los Reyes Magos, ni nada por el estilo. Años electorales. No hace falta más.

Por eso, este bisiesto que estrenamos no será «año bisiesto, año siniestro», porque la sombra de unas nuevas elecciones es tan alargada, que ya el gobierno ha vuelto a abrir el mercadillo de rebajas, adelantándose incluso a las grandes superficies –vaya manera cursi de referirse al Primark–.

En fin. Las rebajas han empezado con la luz, el gas y el butano. No está mal. Desde un 0,7% hasta un 3,3% de reducción, dicen; rebajas que beneficiarán sobre todo a los hogares que sufren «pobreza energética», que debe ser de las peores pobrezas, digo yo, cuando todos los partidos llevaban en sus programas alguna mención a estos pobres energéticos. Total. Bajan también las hipotecas –para los pobres domésticos–, y aunque sube el precio de la vivienda no hay que alarmarse porque aquí no se va a volver a invertir en ladrillos hasta que no se nos haya olvidado a todos el reventón de la burbuja. Y la telefonía fija, se queda así, y ni sube ni baja, dicen que para beneficiar a jubilados y pensionistas que son los que aún mantienen el teléfono de góndola en la mesita esquinera del salón, al parecer.

Bajan también las tarifas en las autopistas, las tasas en los aeropuertos; se mantienen los precios del tren, de los autobuses… en fin. ¿Qué más queremos? Para empezar el año no está mal. Y aunque suben los sellos de correos, piense desde cuando no envía usted una carta con sello y quédese tranquilo. Las subidas no van con nosotros. Ni siquiera la subida en la edad de jubilación, obligatoria desde ayer mismo. Y es que nuestro presidente en funciones –o en disfunciones, vaya usted a saber– ya ha anunciado que, a las tontas que nos vendieron la moto de que la conciliación laboral era posible, y nos hemos llevado años y años «reconciliándonos» con familias, amigos, vecinos, guarderías… y todo eso, ahora nos va a recompensar cuando nos jubilemos, dándonos hasta un 15% más de pensión, por las molestias ocasionadas, será. A buenas horas, mangas verdes.

Y sube, también, el Salario Mínimo Interprofesional, mire usted qué detalle. Ya no hace falta demostrarle a Europa que cuando nos apretamos el cinturón somos capaces de echar el hígado por la boca, ni siquiera hay que fingir que somos más trabajadores que los chinos de la esquina –por eso nos devolvieron los días de asuntos propios que nos quitaron–. Ante unas posibles re-elecciones, la casa por la ventana, Mariano. Porque ese 1% de subida, nos va a aliviar muchísimo. Y ni le cuento lo que les alivia a los pensionistas ese 0,25%, por mucho que baje el IRPF.

Pero así viene este bisiesto. Seguirá el riesgo de exclusión social para muchas familias, seguirán los desahucios –por muy protocolarizados que estén-, seguirán el paro y la movilidad exterior –otro eufemismo horrible– y seguirán los recortes en educación, en sanidad. «Año bisiesto, ni aquello ni esto». No lo olvide. No están los hornos para calentar mucho los bollos.

De momento, aquí el bisiesto no se está portando mal. Y las bajadas de precio se van a notar hasta en las entradas del COAC, así que ya sabe, si aún no se ha puesto en cola, está tardando. Lo del día 15, promete, y mucho. «Año de pares, años de azares» o de Martínez Ares.

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