OPINIÓN
El momento
La Guerra Civil debería ser materia de historiadores y no de políticos
Se cuestionan algunos aspectos de la nueva Ley de Memoria Democrática y se cuestiona el momento en el que sus señorías se dedican a solventar esa cicatriz del pasado estando el presente tan en carne viva como está. Siendo el momento actual tan problemático ... como es y tan necesitado de toda energía, podría pensarse -algunos ya lo han hecho en voz alta, casi a gritos como corresponde a su naturaleza iracunda- que dicha ley es una maniobra de distracción. Ojalá la crisis en la que estamos sumidos pudiera distraerse con algo así. En mitad del rugido actual, con la ciudadanía amenazada sanitaria y económicamente, las secuelas del franquismo no debe ocupar protagonismo más que en la mente de los nostálgicos y los manipuladores. De un lado y de otro.
Que la exhumación de cuerpos debe concluirse de una vez y que su ejecución debe estar en manos del Estado y no en la de organismos subvencionados, parece incuestionable. Tan incuestionable como que se anulen las sentencias de los juicios sumarísimos, y vergonzantes, del franquismo. Y lo mejor es hacerlo sin bombo ni platillo, sin alharaca ni afán revanchista porque la realidad, la verdadera realidad de 2020, nos dice que la Guerra Civil es un hecho histórico y no un fenómeno político sobre el que haya que volver. La Guerra Civil, hoy, más de ochenta años después de que acabase, debería ser materia de historiadores y no de políticos con tentación de utilizar de modo partidista aquel desgraciado hecho histórico.
Se sabe que Vox está empeñado en ese uso. Hace unos días su líder incidió en el asunto asegurando que los gobiernos de la dictadura -incluidos los primeros, tan aficionados al pelotón de fusilamiento- eran mejores que el Gobierno legítimo y democrático de hoy. Se sabe que una parte de la izquierda extrema -¡oh Stalin y tu gulag y tu Lubianka!- también está interesada en iluminar el camino con el fósforo de las calaveras. Cuanto menos se les entre al trapo, mejor .
Si incluso en los peores momentos existió una tercera España , serena y lúcida representada, entre otros por Azaña, Chaves Nogales o Fernando de los Ríos, si esos personajes fueron portavoz de una amplia franja que no estaba en una de esas dos españas machadianas heladoras de corazones, hoy, esa tercera España es muchísimo más amplia y mucho menos dada al paseíllo y al paredón. Ni siquiera a un ricino que, por desgracia, nos viene dado en forma de pandemia y paro. Con eso vamos más que servidos. De modo que sí, se haya producido de forma intencionada o no -más bien esto último- no es mal momento para poner algunas cosas del pasado en su sitio.