OPINIÓN

Sociedad-Estado: el pasillo estrecho

Hace falta una sociedad fuerte y bien organizada, que defienda la autonomía de las personas

Antonio Papell

Daron Acemoglu es catedrático de Economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y James A. Robinson es politólogo, economista y catedrático en la Universidad de Chicago. Ambos, considerados máximos expertos mundiales en desarrollo, ya publicaron en 2012 'Por qué fracasan los países', que fue comparado ... por algunos analistas de prestigio -por el Nobel de Economía George Akerlof, por ejemplo- con 'La riqueza de las naciones' de Adam Smith. En aquel libro, escribió Fukuyama, «Acemoglu y Robinson revelan que ni la situación geográfica, ni las enfermedades, ni la cultura explican por qué algunos países son ricos y otros pobres. La riqueza o la pobreza depende de las instituciones y la política. Esta obra aporta una visión esclarecedora tanto para los especialistas como para el público en general».

Pues bien: ambos autores han publicado a finales del año pasado 'The Narrow Corridor' -'El pasillo estrecho', en español- , que prosigue con el estudio de las interrelaciones entre las instituciones, el desarrollo económico y el progreso de los pueblos. Sintéticamente, el ensayo sostiene que para que el desarrollo tenga lugar, es necesario un Estado fuerte que ostente el monopolio de la violencia, preste los servicios públicos y haga cumplir las leyes; sin embargo, como contrapunto de este Estado, hace falta una sociedad fuerte y bien organizada, que defienda la autonomía de las personas, y vigile y encadene al Estado fuerte.

Cuando en esta dicotomía domina el Estado, se produce lo que los autores denominan el «Leviatán despótico» , en que una minoría toma el control e instala una estructura autoritaria de poder en el que se empoderan las 'elites extractivas' (un concepto tomado de su obra anterior). En el otro extremo, cuando el Estado es débil y la sociedad le impide que cumpla sus funciones, aprisionándolo en la 'jaula de las normas' y reduciéndolo a su mínima expresión, estaríamos en presencia del «Leviatán ausente», en que las instituciones no tienen fuerza suficiente para garantizar la libertad y la seguridad de los ciudadanos. Y entre ambas opciones se sitúa el «Leviatán encadenado», en que los poderes relativamente fuertes son condicionados y limitados por la sociedad civil mediante instituciones más inclusivas. Lo ideal es conseguir el equilibrio de este «Leviatán encadenado», que es una realidad dinámica en que el poder del Estado tiende a crecer, y ha de ser contrarrestado por tanto por una sociedad activa y vigilante, capaz de impedir los abusos.

En un sistema de coordenadas en que las abscisas (eje horizontal) son el poder de la sociedad y las ordenadas (eje vertical) el poder del Estado, el «Leviatán Encadenado» formaría un estrecho pasillo en torno a la bisectriz del ángulo, equidistante de ambos ejes. De ahí el título del libro.

El ensayo, que arranca con esta teoría, efectúa después un exhaustivo recorrido histórico por los dos milenios últimos, y concluye en que en todas las civilizaciones y culturas ha existido una evolución continua de ciclos de despotismo y de apertura. En ese recorrido, se detiene en Europa, donde buen número de países transita por este corredor estrecho. La razón de este éxito innegable sería histórica: en el desarrollo europeo han pugnado dos tendencias ; por un lado, el Imperio Romano fundacional habría dado lugar a un Estado centralizado muy normativizado que habría impulsado una poderosa actividad económica; el contrapunto lo habrían puesto los bárbaros, con una estructura de toma de decisiones comunitaria y descentralizada, que habría puesto coto a la rigidez estatal (de un estado en descomposición, por otra parte). Y en definitiva, los países que han sido capaces de mantener la institucionalización consagrada por el Derecho Romano a la vez que sus sociedades han sabido poner coto al poder estatal habrían sido los paradigmas centroeuropeos y nórdicos del Estado moderno en los últimos dos siglos. En España, el Estado moderno habría tardado más en imponerse porque aquí los visigodos sólo fueron dominantes dos siglos (del VI al VIII), siendo en seguida reemplazados por la sociedad islámica que penetró por el Sur, y que no fue capaz de contrapesar las monarquías absolutistas española y portuguesa.

Es evidente que esta obra no sólo tiene valor historicista. Sirve para entender mejor nuestro frágil sistema democrático y sus siempre complejos equilibrios.

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