Antonio Papell

La gestión del estado compuesto

La solución debe ser unitaria, centralizada, aunque se desarrolle a varios niveles

Antonio Papell

Se ha hecho escaso hincapié en una evidencia que debería trascender de la gran pandemia que todavía nos asesina con una saña que parece incontenible, y que habría de servir para recomponer el sistema constitucional cuando llegue la hora de la remontada y ... la reconstrucción.

Teodoro León Gros lo sugería en un artículo reciente: en un país compuesto como el nuestro, en que la tendencia predominante ha sido durante toda la etapa democrática el de la descentralización, que incluso en Cataluña ha provocado un gravísimo conflicto todavía no resuelto completamente, no estaba previsto en absoluto que en una situación de grave emergencia como la que estamos atravesando hubiese que apelar a las instituciones federales para que se erigieran en máxima autoridad, capaz de ponerse al frente de unas terapias universales que hay que aplicar a un problema que no sólo es de ámbito estatal sino que forma parte de una agresión trasnacional, global.

Es claro que si lo que se pretende es combatir y limitar los contagios interpersonales causados por un virus que se transmite con gran facilidad (en unas pocas semanas se ha extendido a prácticamente todo el planeta), la solución debe ser unitaria, centralizada, aunque se desarrolle a varios niveles. Hay que aislar a las personas, a sus comunidades, a sus ciudades, a sus territorios autónomos, a los distintos países entre sí.

En Alemania, por ejemplo, el federalismo, muy bien desarrollado en el ya largo periodo que arranca tras la Segunda Guerra Mundial, ha funcionado con gran eficacia. La cancillería dirigida por Merkel ha negociado con los länder las distintas medidas adoptadas, que guardan una relativa heterogeneidad para acomodarse a las distintas situaciones pero que se han armonizado en aras de la eficiencia, que ha sido notoria; si embargo, ha resultado patente que existían intereses divergentes entre la autoridad federal y las de los entes federados: estos han presionado en pro del desescalamiento rápido. dispuestos como siempre a culpar a Berlín si las prisas producen una involución en el control de la enfermedad. Aquí, nuestro estado de las autonomías se ha encontrado con que no existía autoridad federal a la hora de coordinar unas actuaciones que, por sentido común, no podían fragmentarse. La Sanidad está completamente descentralizada y el ministro Illa no ha podido dictar disposiciones comunes. sin recurrir el Gobierno a declarar el estado de alarma.

En definitiva, el Estado tiene entre nosotros escasa capacidad y poco prestigio y, habría que reconquistar ambos y devolvérselos. Como recordaba León Gros, Urkullu ha hablado de «Estado de tutela permanente» y de «un modelo de estado provincial que representa un retroceso centralizador». Torra ha cometido la indignidad de culpar del contagio a ‘Madrid’. Pero también algunos presidentes autonómicos constitucionalistas, como el aragonés Lambán, han caído en la trampa del particularismo contraponiendo los intereses de Aragón a los del presidente del Gobierno, que por añadidura es de su mismo partido.

El federalismo se basa en el principio de subsidiaridad . Las competencias deben situarse en el nivel político/administrativo que permita mejor su eficiencia y que prime en mayor medida al beneficio de los ciudadanos. Pero el criterio ha de ser aplicado con generosidad y sin interesadas simplificaciones. Parece lógico que la asistencia sanitaria sea competencia autonómica, pero no es razonable que no exista una coordinación estatal que asegure los principios de solidaridad y de equidad y que vele por una adecuada distribución del trabajo.

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