Las estrategias de Casado
Las elecciones periféricas de los próximos meses para el PP una evidente oportunidad de recomponer la figura
Las elecciones periféricas de los próximos meses -primero en Euskadi y Galicia el 5 de abril; después, todavía sin fecha, en Cataluña- constituyen para el PP una evidente oportunidad de recomponer la figura, después de la fragmentación del espacio de centro derecha, primero por la ... invasión del mismo que ha llevado a cabo Ciudadanos (viraje a estribor con el que ha obtenido un resultado desastroso por cierto, que le ha hecho bajar de 57 diputados a 10 y ha forzado la salida de la política de su líder), y después por la potente irrupción de VOX.
El movimiento más obvio para revertir este proceso de fractura, que Aznar siempre ha atribuido a la falta de peso político de Rajoy, a su juicio demasiado blando, centrista y moderado para preservar la unidad de un espacio cuyo liderazgo requiere ímpetu y fuerza, era la absorción de Ciudadanos, cuya lideresa parece creer que la integración en el PP es la única vía de evitar el desvanecimiento de su partido como ya le sucedió a UPyD.
Semejante operación podía además servir para conseguir un objetivo indirecto: terminar con el marianismo (o al menos domeñarlo) en dos comunidades donde todavía mandaban los fieles a Sáenz de Santamaría, Galicia y Euskadi. En Galicia, Núñez Feijóo, que se sabe seguro al amparo de su mayoría absoluta y de las encuestas que parecen asegurársela en el futuro, no ha dado el brazo a torcer y no habrá coalición PP-C’s ni figurarán las siglas del partido naranja en la cabecera electoral, en la que hasta las del PP serán lo más reducidas posible. Además, la evidencia de que cualquier experimento realizado desde Madrid podría privar al PP de su único feudo seguro aconsejaba prudencia.
En Euskadi, en cambio, no había mucho que perder -Alfonso Alonso obtuvo el 10,11% de los votos y 9 escaños (de 75) en las autonómicas del 25 de septiembre 2016- y sí cabía la posibilidad de regresar a los tiempos heroicos, aunque felizmente periclitados, de tensa hostilidad hacia toda la gama nacionalista sin matices, que Aznar puso en manos de Jaime Mayor Oreja y su equipo, con Carlos Iturgaiz en lugar preferente. Por eso, la negativa de Alonso a aceptar el preacuerdo de Génova con Inés Arrimadas firmado a sus espaldas ha sido considerada una insubordinación inaceptable, que le ha costado el cargo. Alfonso Alonso, junto al ya retirado Borja Sémper y otros han tratado de superar la crispación de los años de plomo para acomodarse a una nueva realidad vasca ya sin violencia, pero este movimiento realista no ha sido bien visto por el aznarismo, como bien se ha ocupado de explicar Cayetana Álvarez de Toledo.
Sea como sea, este movimiento introspectivo y abiertamente reaccionario en Euskadi, que pone en primera línea política un martirologio que ya corresponde guardar respetuosamente en los manuales de historia, facilita el otro gran movimiento que Casado pretende realizar, estimulado asimismo por José María Aznar: la convergencia con VOX, que representa el alma ultra que siempre estuvo oculta en el PP desde tiempos de Fraga.
Ignora al parecer Casado lo que ya saben sus congéneres conservadores en otros lugares, como Francia: si para captar a VOX, que ha obtenido una potencia inquietante en las elecciones generales de noviembre pasado -52 escaños frente a los 89 del PP-, el PP adopta su discurso, se adhiere a sus radicalismos y transige con sus extremosidades, el desenlace del intento será inapelable: VOX engullirá al PP y no al contrario.
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