Mi última comparsa
Mi madre acaba de superar un cancer y aún sigue peleando con los estragos del mismo
Jueves 12 de mayo. Mientras la caja y el bombo se manifestaban con rabia a favor del compás de las guitarras y mi grupo derramaba el final de la presentación por sus gargantas, en la tercera fila de un patio de butacas improvisado en la Peña de Paco Alba, sentada entre familiares y amigos, lloraba mi madre desconsolada. Al acabar el ensayo «familiar», con la euforia entre cadenas queriendo salirse de mi pecho, me acerqué a ella para saber si le había gustado y para preguntarle el por qué de ese llanto.
«Es que no sé si esta será la última comparsa tuya que pueda escuchar».
Mi madre acaba de superar un cancer y aún sigue peleando con los estragos del mismo. Esa misma tarde, lo que parecía una recaída, había quedado en un susto. Por eso estaba allí. Era el empujón que necesitaba para despegar su espíritu del sofá, las pastillas y la depresión. Todo ello, resaca de una enfermedad que aunque se esconde, no termina de irse nunca.
«Nadie sabe cuál será su última comparsa y eso forma parte de lo bello de estar vivo», le dije.
Y es que el tiempo no da pistas. No hay nadie mejor que él haciendo ‘gohsting’. Cuando le da la gana se va y le da igual con cuanta fuerza le pediste que se quedara.
Cuando entiendes eso, los días son mucho más intensos aunque las noches se vuelven un poco más tristes.
Eso sí, al contrario que con las personas, cuanto más cuides al tiempo, más fácil es la despedida.
Mi madre, mujer de acero y más orgullosa que un sultán, no soporta que su niño (de 36 años) le dé consejos sobre cómo vivir. Con todo, creo que este se lo llevó consigo y desde ahora, todos los carnavales que nos queden por vivir, disfrutaremos juntos de mi última comparsa.