Antonio Fernández-Repeto
Tertulias y pandillas estivales
Desde siempre, y con Levante mucho más, las tardes-noches de esta época del año se han caracterizado por nuestra costumbre de alargar la permanencia «a la fresquita» en nuestras calles
En estos últimos días de la canícula (no sé por qué llaman así al verano) estamos soportando las temperaturas propias de todos los agostos. Desde siempre, y con Levante mucho más, las tardes-noches de esta época del año se han caracterizado por nuestra costumbre ... de alargar la permanencia «a la fresquita» en nuestras calles. Recuerdo con nostalgia las historias que teníamos que inventar para que nuestros padres nos dejaran un rato más con «la pandilla» jugando al contra, al látigo o un partido de fútbol con la pelota de trapo. En todas nuestras plazas existían grupos que conformaban las pandillas de cada zona. Había pandillas en la Plaza de Mina, en Candelaria, en la Alameda o en San Antonio y esas plazas eran nuestro imperio. Mis hermanos y yo, que en aquella época vivíamos en la calle Sánchez Barcaiztegui, pertenecíamos, allá por los años 50 y primeros 60, a la pandilla de Canalejas.
En la plazoleta, que antes de las posteriores reformas presidía la Virgen del Rosario desde lo alto de su columna salomónica, nos reuníamos desde primeras horas de la tarde los niños y niñas de los alrededores conformando una alegre trouppe hasta bien entrada la noche. Por supuesto no podíamos invadir, ni por asomo, las otras zonas de aquellos jardines, más próximos a San Juan de Dios . Por aquel entonces allí se disponían largas filas de butacas metálicas blancas donde «las personan mayores» se sentaban y departían en agradables tertulias.
De mantener ese orden establecido era el encargado Pepe, el guardajardines que con su uniforme verde y su gorra de plato nos ponía firmes si osábamos propasar la frontera de «los mayores». Fueron años felices de infancia y juventud. Allí establecimos amistades que aún perduran en la actualidad y que, a lo largo de los años, hemos cultivado y mantenido.
En estos días hemos tenido noticia de la curiosa iniciativa de los vecinos de Algar reivindicando las tradicionales «charlas al fresco» que adornaban las calles y plazas de toda Andalucía. El Ayuntamiento de esa localidad gaditana ha convocado para hoy a las 20 horas a todos sus convecinos para que saquen sus sillas a las puertas de sus casas y rememorar esas espontáneas tertulias. Nos regalarán sin duda unas imágenes actualmente olvidadas y desconocidas para muchos.
Esas improvisadas charlas a las puertas de las casas , con sus puertas abiertas, formaron parte de las vidas de muchas generaciones que nos precedieron. De ello, como no podía ser de otra forma y por su original iniciativa, se han hecho eco todos los medios de comunicación nacionales y muchos extranjeros. Esperemos que la convocatoria sea un éxito y la Unesco incluya a estas «charlas Algareñas» como bien cultural inmaterial de la humanidad.
Ahora, que nos invade la turistificación , y especialmente este año en el que al parecer Cádiz se ha puesto de moda, es cuando debemos potenciar aquellas costumbres y tradiciones que ahora recordamos con añoranza. Las nuevas generaciones, con sus redes sociales y sus modernas normas de convivencia no han tenido oportunidad de conocerlas. Reivindiquemos nosotros también esas pandillas de nuestras plazas y las tertulias como las de Algar. Probablemente nos harían a todos un poco más felices.