Antonio Fernández-Repeto
Sólo un recuerdo
Después de cuarenta y tantos días sin pisar los adoquines de la calle Valverde, empiezo a vislumbrar la posibilidad de que poco a poco podremos abandonar el encierro

Llevamos ya más de un mes confinados y estamos, utilizando la terminología repostera tan en boga, casi confitados. Después de cuarenta y tantos días sin pisar los adoquines de la calle Valverde, empiezo a vislumbrar la posibilidad de que poco a poco podremos abandonar el ... encierro. Los primeros en salir van a ser nuestros niños. El próximo domingo 26, y si la autoridad competente no lo reconsidera al final (que todo es posible), los mas jóvenes podrán disfrutar de un ratito de libertad. En principio era para ir al súper, a la farmacia o por pan ¿no te jode? ¡Ah! Pero eso sí, con mascarillas, guantes, acompañados por uno de sus progenitores y manteniendo los dos metros de distancia reglamentarios. No es una libertad sin condiciones, es un abrir sin abrir pero con trampas ya que si «los marcadores» no van bien volveremos a estar confinados todos. Vamos, un esperpento.
Los niños , hasta ahora, son los que mejor han soportado la privación que nos ha ocasionado la pandemia. En los últimos días, casi se les ha obligado a manifestarse pidiendo poder salir a la calle, cuando ellos nunca lo han reivindicado. La propagación del Covid-19 esta algo mas controlada pero no existen garantías ni medios protectores suficientes para que, si se levantan las restricciones de movilidad, no surja un nuevo brote. Pues entonces, ¿porque no se mantiene algunos días más el confinamiento, nos aseguramos de que la pandemia remite, proveemos a todos los ciudadanos de medios de protección y evitamos la posibilidad del rebrote?
Se siguen dando palos de ciego. El pasado lunes, Alemania, donde la lucha contra esta pandemia empezó a combatirse el 27 de enero, después de 85 días, ha comenzado a levantar las restricciones. Con más habitantes que España ha tenido menos afectados y por supuesto muchas menos defunciones; es decir, sus medidas y sus medios de lucha han sido más eficaces. Lo mismo podemos decir de Francia e incluso de nuestro país vecino Portugal. ¿Porque no aprendemos de ellos?
Hace unos pocos días he podido contemplar las imágenes comparativas que mi buen amigo Joaquín Hernández ‘Kiki’ ha publicado de nuestra ciudad antes y ahora durante el confinamiento. Se ponen los vellos de punta al ver nuestras calles vacías donde anteriormente pululaban alegres y confiados los ciudadanos que disfrutaban de nuestra luz y nuestras calles. Los puestos de churros antes, con animadas colas, y ahora vacíos. Las terrazas en la Plaza de San Antonio llenas de mesas y repletas de comensales, y ahora vacías. La playa de La Caleta cubierta de sombrillas y bañistas, y ahora vacía. La calle Ancha transitada por múltiples viandantes, y ahora vacía. La Alameda Apodaca en un maravilloso atardecer repleta de gaditanos paseando y admirando la luz del ocaso, y ahora vacía. Comentándolas por Whatsapp con un buen amigo me decía: «…estas imágenes me resultan familiares de estos días. Y te tocan el corazón te lo aseguro amigo…». A lo que yo le respondía: «Estas imágenes hay que guardarlas, pero para que no se vean más. Que sean solo eso, un recuerdo, malo, pero solo un recuerdo»