Antonio Fernández Repeto
Siempre quedaremos los abuelos
A la altura que estamos no está nada claro y cada autonomía va a hacer lo que quiera
Estamos en la recta final de este atípico mes de agosto. Dentro de pocos días, en condiciones normales, las familias estarían preparando el ambiente para que, ya a primeros de septiembre, la ciudad comenzara a latir a su ritmo habitual. Pero no, este año no ... va a ser igual, este veinte veinte sigue siendo un año complicado en todos los aspectos. Según nuestro presidente en la hora y pico de filípica con la que nos deleitó el pasado martes a la vuelta de su periplo vacacional reconoció, ya por fin, que efectivamente nos encontramos inmersos en una «segunda ola» de la pandemia (como si no nos hubiéramos dado cuenta ya).
También intentó tranquilizar a las masas diciendo que aunque «la evolución de la pandemia debe preocuparnos… No nos puede llevar al miedo paralizante» ¡toma ya!. Y digo yo ¿Qué es eso de miedo paralizante? Es una expresión que, en política, no había oído nunca ¿Será eso que a consecuencia del aumento descontrolado de contagios provoca el colapso sanitario, cierra restaurantes, obliga a eliminar el ocio nocturno y hace que las empresas quiebren o tengan que verse obligadas a promover innumerables ERTE que no se cobran? Si, quizás sea eso.
En esta «segunda ola» o «segunda oleada» según quien la nombre, se están produciendo diariamente más de 7.000 contagios, sí, lo que lee, más de 7.000. Ya superamos los 412.000 afectados y, aunque sigamos tapándonos los ojos, somos uno de los países que peor esta resolviendo esta pandemia.
Es curioso observar como la edad de los afectados ha ido variando. Ahora en esta segunda fase la pirámide de población afectada ronda entre los 35 y 50 años cuando en la fase aguda inicial era mayor la incidencia en la población de los 60 a 75 años ¿Qué ha cambiado? Muy sencillo, los mayores nos hemos concienciado y, aunque muchos seamos población de riesgo, nos estamos protegiendo más y mejor. Usamos mascarillas, evitamos aglomeraciones o situaciones de peligro y, aunque no estemos confinados como en los meses anteriores, nuestra actividad social ha disminuido notablemente. A diferencia muchos jóvenes, creyéndose invulnerables, han desoído las recomendaciones y pasan olímpicamente de las propuestas sanitarias poniéndose y poniéndonos a todos (y a todas) en riesgo de contagio.
Llega septiembre y en estos días surge la incertidumbre, totalmente lógica, de las condiciones en las que se va a producir la vuelta al cole, es decir, la vuelta a la normalidad familiar. Volvemos a caer de nuevo en lo mismo, la improvisación. A la altura que estamos no está nada claro y cada autonomía va a hacer lo que quiera.
La mayoría de los padres no saben a qué atenerse ni cómo reaccionar. Ya en Alemania han tenido que cerrar 42 colegios nada más comenzar los cursos por la expansión del virus y los rebrotes. En principio, tal y como propone la ministra Celaá, los colegios van a abrir con clases presenciales y medidas contra la Covid-19 aunque nada se sabe de como se solucionará si vuelven a clausurarse por nuevos contagios.
Pero no hay que preocuparse, ante cualquier contingencia y a pesar de los riesgos, siempre quedaremos los abuelos.