Antonio Fernández-Repeto - OPINIÓN

Nos quedaremos en casa

Esta batalla la estamos ganando, sin duda, pero hay que estar preparados, esta guerra continúa

Unos vecinos hablan a través de la ventana durante el confinamiento. Antonio Vázquez

Hoy se cumplen veintiocho días de confinamiento. Cuando el pasado quince del mes pasado comenzamos a cumplir la primera fase de nuestro retiro domiciliario para evitar la propagación del maldito coronavirus ese, se nos hacia cuesta arriba pensar en la limitación de movilidad que suponía ... no poder salir a la calle. Poco a poco hemos ido asumiendo el rol de retirado social y ahora, que quieren que les diga, hasta disfrutamos de esta situación. Somos masoquistas por naturaleza.

He dejado, como muchos de nuestros conciudadanos, de seguir las noticias de la evolución de esta crisis sanitaria. Después de varios intentos por aguantar el mensaje, cambio sistemáticamente de canal cuando el Sr. Sánchez sale en pantalla y comienza a largarnos su sermón de la montaña. Me cansa también, que quieren que les diga, esa monserga de que somos buenísimos cumplidores cuando, por otro lado, resulta que hay mas denuncias por incumplimiento del confinamiento que contagiados por el Covid-19. Me agota que solo nos transmitan la cantidad de muertos que se van sumando cada día a la lista de victimas de esta maldita pandemia. Parece que se regodean transmitiendo las bajas que produce el virus en lugar de las victorias que consiguen nuestros legionarios sanitarios que, a pecho descubierto se enfrentan a un enemigo invisible e implacable desprovistos de las más elementales medidas de protección.

Hemos conseguido llegar al pico de la curva, la hemos doblegado, estamos en la meseta y muy pronto comenzaremos el descenso de esa implacable montaña pandémica que día a día vemos en los periódicos. Esta batalla la estamos ganando, sin duda, pero hay que estar preparados, esta guerra continúa y debemos haber adquirido la suficiente experiencia para que en futuras situaciones como esta, que las habrá, podamos y sepamos defendernos desde los primeros momentos.

Para colmo, hoy es Viernes Santo, totalmente atípico, pero Viernes Santo. Desde que el pasado Domingo de Ramos pudimos seguir los santos oficios desde una Basílica de San Pedro totalmente vacía, estamos viviendo la Semana Santa que ninguno hubiéramos imaginado. Gracias a las redes sociales y siguiendo por Youtube a Judas Gaditanum estamos reviviendo virtualmente los desfiles procesionales. Quien no se consuela es porque no quiere. Vemos por las pantallas las calles repletas de publico (miedo da) pero nos asomamos a las ventanas para aplaudir a nuestros sanitarios y las calles están vacías.

Hoy desde muy temprano habríamos preparando las túnicas, los capirotes y los gatos de la Buena Muerte para, como cada año, acompañar esta noche a nuestros titulares. Después de los oficios, nos habríamos reunido en derredor de nuestro imponente Cristo colocado en el suelo de San Agustín para su vela y le invocaríamos los preciosos versos que a sus cinco llagas le dedicó D. José Maria Pemán. Caída la noche habríamos recorrido, bajo un espectral silencio, las calles de nuestra ciudad solo alumbrados por las tenues velas tiniebla de los penitentes y los cuatro hachones que jalonan las andas del crucificado. No podrá ser, lo sentiremos mucho, pero nos quedaremos en casa.

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