Antonio Fernández Repeto
Marcados para siempre
«Hoy, sin lugar a dudas, vamos a comenzar a vivir afortunadamente el principio del fin de esta pesadilla. Nunca olvidaremos estos últimos meses»
¡Hoy es el gran día! Desde primeras horas de la mañana e igual que en el último programa de ‘Mask Singuer’, todo son conjeturas para adivinar la identidad de las dos personas que van a inyectarse las primeras dosis de la vacuna anti Covid- ... 19 en nuestro país. Desde hace varios días en todos los informativos han venido anunciándonos a bombo y platillo que hoy, 27 de Diciembre, un día antes de los Santos Inocentes, podremos ver, en vivo y en directo, como reciben su correspondiente pinchazo estos(o estas) guadalajareños(as) del centro de mayores ‘Los Olmos’. Mira por donde, vamos a conocer la identidad de estos (o estas) afortunados (as). Quien nos iba a decir hace trescientos sesenta y seis días que esta sería la gran noticia de hoy y si me apuran del año.
Cuando se acercaba la llegada del dos mil veinte, todos hacíamos cábalas sobre lo que nos depararía este año que ahora finaliza. Muchos, entre los que me encuentro, lo esperábamos con cierta reticencia porque, a nivel personal, los bisiestos nuca me han gustado demasiado y haciendo oídos al refranero ‘Año bisiesto, año siniestro’ o ‘Año bisiesto, ni casa, ni viña, ni huerto, ni puerto’, augurábamos doce meses chungos o al menos inciertos. Ahora, que esta a punto de terminar, no podíamos imaginar ni por asomo lo que nos deparaba. De entrada en estas fechas ya se habían jamado en Wuhan el pangolín, todavía desconocido para nosotros, y el coronavirus SARS-Cov-2 había pasado (teóricamente) a través de él, del murciélago al hombre, casi ná. Nosotros aquí con las panderetas, las zambombas y los polvorones y el coronavirus allí, afilando los dientes. En aquellos momentos, muchos de nosotros, entre los cuales también me incluyo, ni sabíamos de la existencia de esta ciudad china y mucho menos de que en ella había un laboratorio en la que se manipulaban estos virus, mira que casualidad.
Comenzó entonces para nosotros un año nuevo muy especial. Inocentemente, como hacíamos siempre, brindabamos o nos comíamos las doce uvas al son de las campanas de la Puerta del Sol, unos siguiendo a Roberto Leal y a la incombustible Anne Igartiburu y otros, los mas satirones, esperando el destape de la Pedroche. No éramos conscientes de la que se nos venía encima. A partir de esas fechas navideñas, en todos los informativos, comenzaban a aparecer imágenes y comentarios sobre lo que al fin y a la postre ha sido nuestro devenir en estos últimos meses. Conocimos, de primera mano, que en la recóndita China, existía una ciudad donde nuestro buen amigo José González había ido a entrenar su equipo de futbol, y que precisamente allí se estaba desencadenando una infección rara por un virus desconocido. Poco a poco, las noticias fueron ampliando su ámbito y lo que en principio fue un contagio local, se convirtió en epidemia y al cabo de unos meses, al afectar a varios continentes la OMS no tuvo más remedio que declarar la pandemia que nos asola.
Hoy, sin lugar a dudas, vamos a comenzar a vivir afortunadamente el principio del fin de esta pesadilla. Nunca olvidaremos estos últimos meses. Nosotros, los mas mayores, al fin y a la postre los mas vulnerables, hemos vivido y seguimos viviendo todavía algo acongojados ante la amenaza del contagio. Hemos conocido y seguimos conociendo casos de amigos y familiares que han padecido la Covid-19, muchos con la suerte de haberla pasado sin problemas, pero otros, desgraciadamente, habiendo sucumbido por ella. La vacuna, sin duda, aunque todavía a largo plazo, nos va a liberar de su amenaza. Aún no podemos bajar la guardia, tendremos que seguir protegiéndonos durante bastante tiempo.
Todavía no encontramos explicación como, en la fase álgida de la pandemia, en los meses de febrero y marzo, cuando aquí, inconcientemente celebrábamos a teatro lleno treinta días de concurso en el Falla y con asistencia de personas de toda la geografía española no se produjeron más casos de contagio. Posteriormente se celebraron tambien, con toda normalidad, los días grandes del carnaval, el desfile de la cabalgata, el carnaval callejero y hasta el carnaval chiquito el celebérrimo (que se lo digan a las ministras) ocho de Marzo. A partir del 10 de marzo todo cambio, todo se paralizó. Comenzábamos a vivir una situación totalmente insólita, inesperada y esperemos que irrepetible, el confinamiento. Durante casi dos meses tuvimos que encerrarnos en nuestras casas (sobre todo nosotros). Personalmente y gracias al auxilio de mis familiares más jóvenes no salí ni para comprar el pan. Desarrollabamos una nueva experiencia. Aquí, en el casco antiguo, volvimos a descubrir las bonanzas de nuestras azoteas. Recuerdo que, en tiempos de mis abuelos, en las azoteas, es donde se desarrollaban gran parte de los acontecimientos familiares. Si hojeamos los álbumes de fotos antiguas, es donde más se plasmaban estas instantáneas. La falta de flash y la poca sensibilidad de los carretes obligaban a utilizar estos espacios soleados para hacer los reportajes. ¿Quien no tiene fotos de sus familiares o de ellos mismos en la azotea?. Yo las tengo de bebé, de cumpleaños, disfrazado de carnaval y hasta las de primera comunión.
Pues sí, desde nuestras atalayas, redescubrimos este otro espacio de convivencia. Esperábamos ansiosos todas las tardes para, a las ocho, subir a aplaudir a nuestros sanitarios y a los servicios esenciales por la labor que desempeñaban día a día durante el estado de alarma. Aprovechábamos también para echar un rato de charla con nuestros vecinos, hasta ahora aunque no desconocidos, si poco tratados. Así, día a día, fuimos minimizando los efectos de la reclusión.
Se ha vuelto a lo que nuestras autoridades han denominado ‘una nueva normalidad’. Hemos recuperado parte de nuestras libertades confinadas. Mediante uso de las mascarillas (en principio tan denostadas) y las rígidas normas de convivencia e higiene vamos retomando muchas de las actividades limitadas hasta ahora. Estas fiestas Navideñas en nada se parecen a las del pasado año, hemos tenido que sacrificar, para evitar el aumento de contagios, las reuniones con familiares y amigos a las que somos tan adeptos. Todo se da por bien empleado si con ello contribuimos a detener la pandemia. Ahora, afortunadamente, parece que, con la inmunización vacinal global deberá comenzar el descenso de la pandemia. Todavía no podemos cantar victoria, ni mucho menos, pero al menos comenzamos a ver la luz al final del túnel.
Hemos vivido un año raro, sin lugar a dudas. Ha sido un año que tanto nosotros como toda nuestra generación no vamos olvidar nunca. Lo estamos superando y aunque nos falten muchos caídos en la batalla, hay que dar gracias a todos los que nos ayudan en este duro combate. Por fuerza el dos mil veintiuno, que esta a punto de llegarnos, tiene que ser mejor pero este, nos ha dejado marcados para siempre.
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