Trasto
La mala imagen del «Se alquila» o el «Se vende» no se va a solucionar con un cartel que anuncie trasteros, o una ventana de un bajo con dos macetas y ropa menuda tendida
Hubo un tiempo en el que las calles eran un bullir de gentes. Cuando el anochecer se retrasaba, hasta el último rayo de sol, todo era un entrar y salir de comercios, cuyos responsables bajaban barajas con ansias remolonas. En las vísperas de festivos, las ... ganas de no volver a casa se adivinaban en los rostros de los paseantes ¡Unas tapitas y ya no cenamos en casa!
Llegadas las puertas otoñales, que servían de prolegómenos a los eventos invernales, cuando las luces de neón daban destellos de color que alentaban las ilusiones de grandes y pequeños, era el momento de saber que ese consumo, con boca chica, formaba parte de la felicidad de aquellos que vivían el día a día.
Ahora todo es distinto. Tabique con tabique podrán cohabitar espacios habitacionales, de último recurso, con multinacionales de lápiz de labios y lacas de uñas. Al lado de una cafetería de última generación, de esas que te ofrecen dulce de leche o smoothy de frambuesa, se instalará un local que no es más que un maletero a lo grande, sin aportar ningún valor añadido, sólo un espacio oscuro y un cartel que anuncia «trasteros».
El Diccionario de la RAE tiene varias acepciones para la palabra «trasto», y ninguna que denota positividad: «Objeto que no sirve para nada, que carece de valor o que está estorbando en un sitio». «Persona, especialmente niño o niña, de carácter revoltoso». «Persona inútil o informal».
La diatriba de convertir locales comerciales en viviendas o trasteros, en lo que otrora era el tejido del comercio gaditano, está servida. Posiblemente la celeridad con la que se vayan a tramitar licencias y la lentitud con las que se dan para otras actividades pueda causar rubor. La mala imagen del «Se alquila» o el «Se vende» no se va a solucionar con un cartel que anuncie trasteros, o una ventana de un bajo con dos macetas y ropa menuda tendida. Dicen que los pisos turísticos descentrifican, pero por lo menos aportan algo más que un zulo con maletas y trastos varios. Las cortas miras de la clase política apenas superan un trienio, aunque sus aspiraciones de vida útil aspiren a la perpetuidad.
En una ciudad, tan limitada de espacio, todo el suelo disponible, por no decir inútil por la de años que lleva en desuso, está en manos de administraciones ineficaces. Málaga, Sevilla, Córdoba y Granada concentran la inversión hotelera de grandes grupos de inversión ¿Dónde está ese Cádiz que ha roto las estadísticas durante el pasado verano? ¿Será que no hay confianza, o es que hay miedo a invertir? Al final seremos una ciudad de acogida pero sin tejido empresarial, aunque sólo fuese del sector servicio.
Sería, cuando menos, deseable que esos servidores públicos, a los que votamos cada cuatro años, dejaran de tirarse los trastos a la cabeza y pensaran en un proyecto de ciudad a unos años vista.
Dicen que Cádiz es una ciudad de cine ¿Será de terror o de ciencia ficción?. Siempre nos quedará ver volar veleros desde la Alameda o el Paseo de Santa Bárbara.