Opinión

Techo de estrellas

Basta darse una vuelta por las calles más céntricas de nuestra ciudad o acudir al improvisado Hostal de Las Puertas de Tierra para darnos cuentas de la fría y sola realidad

Antonio Ares

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Con desamparo y resignación son los primeros en ver las claras del día. Con frio y al raso intentan descansar con ese sueño frágil a la luz de las farolas. Con su hogar a cuestas y la historia rota de toda una vida en bolsas ... y maletas sobrellevan los días mejor que las noches. Para ellos la vida son horas al raso. Todo lo que sea el mañana se torna algo incierto, lejano y gris. Como si de una crisálida se tratase cualquier futuro pierde su sentido. Lo demás son conjeturas. Si son días de calor, se sobrelleva. Con estos días invernales la dureza de la exclusión abre sus fauces más atroces. Imposible calentar ni siquiera lo más céntrico del alma. Del cuerpo y de las extremidades ni te cuento. Buscar un recodo, congraciarse con un rebufo puede ser la diferencia entre pegar ojo o sucumbir al duerme vela durante toda la oscuridad. Y por fin llega el sol, y el bullicio, y las gentes y sus desaires, y el tránsito y la quietud del que sólo dispone de tiempo. Todo lo demás les falta. La peor ausencia, la compañía, la más ruin de las presencias la soledad.

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