Teatro
En todos los estamentos de la vida pública la interpretación se ha convertido en un estilo de vida
El origen del teatro, según los historiadores, se remonta a primitivas ceremonias religiosas y rituales, casi siempre, relacionadas con la caza o con el tiempo. A modo de súplicas y ruegos para que los dioses acompasaran sus furias con los deseos del hombre. Contar historias ... en torno a una hoguera, acompañadas de sonidos, cantos y gestos, hacía que el primitivo narrador transportara a otras vidas a un auditorio ansioso de conocer relatos desconocidos. Si bien la historia sitúa el origen del teatro en Mesopotamia y África, fue en la Antigua Grecia donde adquirió el formato que le conocemos. Dedicadas al dios Dionisio se empezaron a representar comedias y tragedias en lugares públicos.
Cada mes de octubre, desde 1985, se celebra el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (FIT). Su compromiso con este arte y su labor de difusión a la ciudadanía, han hecho que, además de los espacios escénicos habituales, sea la calle el lugar donde transeúntes y viandantes puedan disfrutar de historias contadas por desconocidos. Este año los espacios escénicos de nuestra ciudad han traspasado la fiesta de los Tosantos, y si nada lo remedia se aproximarán al solsticio de invierno. Lugares poco adecuados, y sin la supervisión de un director o regidor de escena, se han convertido en espacios escénicos, en los que figurantes, extras y meritorios asumen protagonismo con guiones en blanco, sin doblajes ni dobles para filmar las escenas arriesgadas. Al mismo tiempo, algunos lugares de interpretación se encuentran en pleno proceso de ser rebautizados, por lo que su localización podría ser compleja.
Además de su contenido lúdico, el teatro siempre ha mantenido su compromiso con los problemas sociales y con las derivas políticas de cada momento. Ese punto reivindicativo y de caja de resonancia le ha granjeado prohibiciones y censuras. En cuanto a las actrices y los actores los hay protagonistas, secundarios, de reparto. Los hay aficionados, amateurs y profesionales. Los hay de teatro, de cine, de televisión y de series. Algunos muy laureados, y otros, la mayoría, que sólo aspiran a un reconocimiento al final de su carrera profesional. Y están los que hacen de la política su vida escénica. En todos los estamentos de la vida pública la interpretación se ha convertido en un estilo de vida. Sólo basta con recurrir a las hemerotecas para ver como “actores” y “actrices”, que viven del erario público, lo mismo interpretan el papel de un encantador de serpientes que se convierten en adalides de los derechos cercenados, siempre por los otros.
Al escenario se han sumado los empresarios, que sobre las tablas reivindican la necesidad de mano de obra cualificada (albañiles, fontaneros, carpinteros, encofradores, etc.), mientras que detrás del telón les ofrecen sueldos de miseria. Les acompañan las centrales sindicales, que en las calles vociferan que no se perderá ningún puesto de trabajo, y en despachos negocian indemnizaciones y bajas incentivadas. Y por último los trabajadores que reclaman con insistencia puestos de trabajo, y después hacen cuentas con las ayudas, los contratos parciales y algún que otro chapuz.
Para colmo de males, nuestro espacio escénico universal y candidato a Patrimonio Inmaterial de la Unesco, el Carnaval, ha sido desubicado en el tiempo.
Dice José Sacristán que existen obras de teatro que hay que ver de rodillas. Para contemplar a estos actores y actrices la verdad es que no se encuentra postura.