Yo sí ¿y tú?
«La historia de la ciencia es una ristra interminable de experimentos marcados por el ‘acierto-error’. En medicina eso adquiere su máximo nivel»
El siglo XIX fue el último en el que se descubrió lo que quedaba por encontrar ignoto. Sólo existían como retos insuperables las altas cumbres de las cordilleras más lejanas y los casquetes polares, fríos y solitarios. En 1803, en un mañana gélida y lluviosa ... de noviembre, en la Ría de A Coruña se encontraba fondeada la corbeta ‘María Pita’. El Rey Carlos IV, al que se le había muerto su hija, la Infanta María Teresa (1794) de viruela, había accedido a financiar una expedición altruista organizada por el médico, cirujano y botánico Francisco Javier Balmis Berenguer (Málaga). Era el primer viaje que tenía estrictamente fines sanitarios. La viruela diezmaba la población en Hispanoamérica y Filipinas. En el Viejo Continente, unos años antes, Edward Jener había empezado a introducir una técnica novedosa que llamaba Vacuna y que protegía de la enfermedad. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna la componía además de la tripulación, un grupo de cirujanos y ayudantes, y 22 niños huérfanos de entre cuatro y ocho años, que infectados por turnos, criaban y proveían de pústulas, que eran inoculadas a los que tenían la suerte de ser elegidos para poder protegerse de la enfermedad maldita con la novedosa técnica. La expedición duró tres años y se salvaron miles de vidas. Parte del éxito del viaje se debió a la entrega y al trabajo incansable de Isabel Zendal Gómez (1771), enfermera Rectora del Orfanato de la Caridad de A Coruña. Ella participó en la expedición y posteriormente realizó otra a Filipinas. La Organización Mundial de la Salud la reconoce como la primera enfermera de la historia en una misión internacional. Ahora, en Madrid, un raro hospital, sin ni siquiera quirófanos, lleva su nombre.
La historia de la ciencia es una ristra interminable de experimentos marcados por el ‘acierto-error’. En medicina eso adquiere su máximo nivel, ya que con el acierto se logrará la mejoría o curación del paciente, y del error se desprenderán consecuencias indeseables. No ha existido, ni seguro que existirá, ninguna técnica que haya salvado más vidas que las vacunas. Nombres como Pasteur, Calmette y Guerin, Lloyds, Salk y otros jalonan la galería de ilustres científicos a los que la humanidad les ha reconocido que sin sus logros todo sería más gris.
Nos encontramos a las puertas del inicio de la Campaña de Vacunación más global, más deseada y a la vez más cuestionada. La Covid-19 parece que puede estar arrinconada. La rapidez con la que se ha conseguido esta vacuna nunca ha tenido precedentes. La técnica empleada para su diseño es totalmente novedosa. El ARN mensajero es el protagonista de este proyecto. Las vacunas de Pfizer-BioNtech y Moderna usan por primera vez la nanotecnología para la fabricación de una vacuna. Cada vial que se nos inoculará, con la intención de frenar la Covid-19, llevará millones de nanopartículas que transportaran el mensaje deseado. Esas cadenas fluirán por nuestro sistema linfático hasta llegar a las míticas células dendríticas. Ellas se encargaran de fabricar la Proteína S, llave que usa el virus para entrar en nuestras células. Sin esa contraseña el virus no puede secuestrar a nuestras células para que fabriquen de manera desaforada partículas contagiosas, código maldito que ha puesto patas arriba a este mundo, que se creía dominador de la naturaleza. Esa será la señal para que los linfocitos se pongan a fabricar anticuerpos dispuestos a luchar contra el virus SARS-Cov-2, nada más entrar en nuestro cuerpo. Incluso el uso del ARN mensajero se va a convertir en la técnica que puede encontrar la respuesta a determinados tipos de cánceres.
Parece que la Industria Farmacéutica ha doblegado sus intereses por el bien común. La colaboración económica público privada ha demostrado que puede ser el equilibrio en el estado de bienestar.
Lo mismo que ha habido grupos de inconscientes ilustrados que han fabricado a su antojo teorías conspiranoicas sobre el origen de la pandemia, ahora saltan a la palestra los que cuestionan, con absurdos argumentos, el uso de las vacunas y llaman a la ciudadanía a la desobediencia cívica para no seguir las indicaciones de las autoridades sanitarias. Llegados este momento la desinformación y los bulos pueden hacer más daño que el propio virus. La confianza se convierte en una cualidad que, a la fuerza de escasear, nos encomienda a seguir los consejos inefables de la comunidad científica, con la que siempre estaremos en deuda. A pesar del tiempo record en el que se ha encontrado una pieza fundamental del puzzle que configura la solución de la maldita peste del siglo XXI, debemos confiar en que el uso de la vacuna viene acreditado por pulcros ensayos clínicos.
Garantía, seguridad y eficacia son las marcas inconfundibles de esta vacuna que hará que volvamos cuanto antes a la ansiedad normalidad. Garantía de que se han seguido, de manera escrupulosa, todos los pasos establecidos para que su uso pueda hacerse sin miedos ni temores, como han constatado organismos internacionales competentes e independientes. Seguridad de que en los ensayos clínicos realizados se ha constatado que su uso no pone en riesgo la salud de las personas, y de que el fiel de la balanza ‘riesgo-beneficio’ se inclina de manera ostensible hacia la parte positiva. Eficacia de que los datos aportados demuestran su utilidad, en cuanto a la generación de anticuerpos protectores frente al virus. Más del 95% de las 40.000 personas voluntarias que han participado en los estudios han generado las suficientes moléculas protectoras como sentirse cubierto frente al virus.
En las epidemias de Peste Bubónica, la ‘muerte negra’, que asolaron al Viejo Continente en la Edad Media, la posesión de una piedra preciosa, casi siempre un diamante, daba la seguridad de amparo frente a la bacteria maldita. Ahora ese diamante viene en forma de vial. En vez de venir ensartado en oro de 18 quilates y de lucirse en el dedo anular se nos va a administrar por vía intramuscular en el deltoides.
Si aún alguien tiene alguna duda sólo le bastará con consultar los insistentes datos diarios. A estas alturas nadie ha estado libre de que la plaga le haya cuando menos rozado, en sufrimientos directos o en sentimientos.
Sólo me conformaría con disipar dudas. Con decantar a los indecisos por la confianza. Con convencer a los vacilantes de que tienen la solución al alcance de la mano.
Yo si me la voy a poner. Por favor, tú no lo dudes.