Antonio Ares
Pillos
Este año se cumple el ciento cincuenta aniversario de la muerte del autor inglés de novelas más conocido, Charles Dickens
El malvado Fagin lideraba una banda de chicos carteristas en las calles laberínticas del centro del Londres Victoriano. La pobreza, la suciedad y la delincuencia de poca monta campaban a sus anchas entre mercancías, truhanes, carruajes, moscas y un hedor que a veces resultaba nauseabundo. ... Su lugarteniente Jack Dawkins controlaba a toda la pandilla de aspirantes a delincuentes de altas miras. El pequeño Oliver Twist, que huía del orfanato de la Señora Mann, donde había pasado hambre y vejaciones, castigos y reclusión, se cruzó en su camino. Su única meta era salir de la miseria y tener una vida digna. Dawkins le ofreció la primera oportunidad en su vida».
Este año se cumple el ciento cincuenta aniversario de la muerte del autor inglés de novelas más conocido, Charles Dickens. Periodista, dramaturgo y novelista, conoció desde niño las duras condiciones de vida de las clases más humildes, debido a las deudas contraídas por su padre. A denunciar las precarias condiciones de vida, y de casi semiesclavitud, de los niños pobres de la Inglaterra Victoriana, dedicó gran parte de su obra.
El tiempo pasa y el progreso nos lleva a vivir otras condiciones, pero de idéntica desigualdad. La pobreza infantil vuelve a ser protagonista, por lo menos para las personas de sensibilidad a flor de piel. Continúa siendo una deuda social que nos sonroja en pleno siglo XXI.
Save The Children, en su último informe, asegura que «si no se actúa cuanto antes, la pobreza infantil severa en Andalucía llegará hasta el 22,15 a finales de este año. Lo que supone un aumento con respecto a los datos anteriores, llegando a afectar a más de 350.000 niños y niñas». Con una tasa de paro que se acercará al 30%, la pobreza general en Andalucía superará el 20%, siendo una de las Comunidades Autónomas que con más dureza va a sufrir las consecuencias de la pandemia. Los déficits materiales de los hogares andaluces van a aumentar. Las carencias de salud o nutricionales, la pobreza energética, el paró del ascensor social que suponía una educación pública de calidad y accesible para todos, van estar presentes durante mucho tiempo. Los datos confirman que el confinamiento no nos ha llegado a todos por igual. Aún estábamos recuperando algunos de los logros conseguidos antes de la crisis de 2008, todavía vislumbrábamos la luz del túnel de la debacle económica y ahora nos llega la pandemia. La Covid-19 ha batido todos los records negativos para la humanidad en tiempo y en intensidad, su duración es una incógnita, pero seguro que será larga, y los más perjudicados los de siempre.
La evidencia científica ha demostrado que los déficits nutricionales tienen consecuencias drásticas sobre la capacidad cognitiva del individuo. La malnutrición, tanto cualitativa como cuantitativa, tiene efectos directos sobre la condición física, una disminución del rendimiento intelectual y una merma del sistema inmunitario.
Salir del boquete en que se encuentra Andalucía soló se conseguirá cuidando a nuestra pillas y pillos. Todo lo demás será apostar a pérdidas.