Un paseo
Estos días se cumple el 188 aniversario de la visita a Cádiz de pintor francés Delacroix
Hace pocos años, mi amigo y compañero columnista, Julio Malo de Molina escribió un libro de pequeños viajes, al alcance de la mano de cualquiera, titulado ' Un paseo por Cádiz '. Su formato bilingüe (inglés-español) lo hacía especial, su contenido toda una delicia ... para propios y extraños.
Vivir en el punto más equidistante de una ciudad tiene sus ventajas. La distancia es la misma para llegar al límite. Da igual el punto cardinal que escojas. El inconveniente aparece a la hora de tomar la decisión del camino a elegir. Después de este encierro patibulario, que sólo te ha permitido escarceos de intendencia básica, después de este miedo a los espacios abiertos impuesto por Real decreto, después del temor que marcaba la distancia de dos metros, aunque sólo fuera una mera relación visual, tocaba por fin salir.
Nada más pisar la calle, mi brújula interior tomó rumbo noroeste. Las añoranzas, las vivencias y los recuerdos hicieron que mis pasos se dirigieran al templo del bautismo gaditano. La inmensidad del horizonte alineado de Santa María me hizo comprender que el encierro tocaba a su fin. Con el murmullo acompasado de las olas comprendí que el silencio era eso, escuchar sólo el mar. Sobre la arena, sólo huellas de gaviotas que marcaban la alfombra alineada que la marea y la brisa se habían encargado de perfilar. A la vista los Baluartes de Santa Elena y san Roque, recuerdos de nuestra defensa numantina frente al gabacho. La mañana se mostraba lustrosa y limpia por el Paseo del Vendaval. Erguida y solitaria la Cárcel Real, obra cumbre del neoclásico andaluz de Torcuato Benjumeda, otrora testigo silencioso de sufrimientos y condenas. A la diestra, nuestro Padre 'El Greñuo', velando por las almas gaditanas entre azulejos holandeses. La calle Santa María, casa de Lasquetty y los cantes e Aurelio Sellé, nos llevan a través del Arco de los Blancos al Cádiz medieval. Teatro Romano aún por descubrir. En el Pópulo aún resuenan las tropelías del granuja Juan Cantueso, protagonista de 'La canción del pirata' de Fernando Quiñones. Casa del Almirante venido a menos, Arco de la Rosa y la majestuosa Catedral de las Américas. Parada obligada para reponer fuerzas con una empanada del adelantado 'Hidalgo', líder en la fase 1 de la desescalada. Bulliciosa calle Compañía y la Plaza de Las Flores, presidida por el romano más gaditano, Lucius Junius Moderato Columela, padre de la agronomía. Mercado bien surtido y ventilado, con su Rincón Gastronómico esperando concurrencia. Mercadillo de domingos con libros, ropas y cachivaches. Cruz Verde que aún recuerda al 'Gavilán'. Callejón de la Cerería de 'Un siglo llama a la puerta' de Ramón Solís. La transitada calle de La Rosa nos va abriendo la luz. Ya huele a burgaillos, lapas de pelo y cangrejos moros. Recuerdo de San Acacio, hospicio, asilo de ancianos y hospital de guerra. El Mora con sus historias clínicas, sus sucesos inexplicables y los fantasmas de los años noventa.
Al final del paseo la obra insigne de Torcuato Cayón, Hospicio Provincial, Hogar de la Milagrosa o Casa de Misericordia. Y enfrente… La Caleta.
Estos días se cumple el 188 aniversario de la visita a Cádiz de pintor francés Delacroix. Una epidemia en el norte de África obligó a que la corbeta francesa 'La perle', en la que viajaba, hiciera puerto en nuestra ciudad. La Asociación de Sketchers de la Bahía, entre el 15 y el 17 de mayo, ha organizado un encuentro para dibujar su ruta gaditana.
Cádiz, la ciudad acabada, bien merece muchos paseos.