La paloma

Esa ave de color gris y de ojos céreos, que yace inerte, le impide salir de su zona de confort y enfrentarse a la realidad febril de lo cotidiano

La obra más famosa del escritor alemán Patrick Süskind es sin lugar a dudas ‘ El Perfume ’ con ella obtuvo el Premio Mundial de Fantasía a la mejor novela. Pero, posiblemente, su obra titulada ‘La Paloma’ sea la que con más acierto describe los ... miedos y las inseguridades del ser humano. Su protagonista Jonathan Noel es un guardia de seguridad de un banco de París, con una vida rutinaria y gris , en soledad. La presencia de una paloma muerta a las puertas de la habitación de la pensión donde vive, hace más de veinte años, destapa sus miedos y desata una psicosis contenida tiempos atrás.

Esa ave de color gris y de ojos céreos, que yace inerte, le impide salir de su zona de confort y enfrentarse a la realidad febril de lo cotidiano. Lo seguro se convierte en hostil, la costumbre, en algo raro.

Esto que nos atenaza pasará. Pero las dudas que se nos plantean son ¿cuándo ocurrirá?, ¿cómo nos va a dejar?, ¿volveremos a ser los mismos?, ¿habrá un antes y un después?

De las crisis económicas casi todo el mundo sale empobrecido, de las guerras casi todos salen debilitados. De esta maldita pandemia todos saldremos más pobres, más débiles, y sobre todo cambiados, distintos, ya nada volverá a ser igual.

Dicen que la resilencia es la capacidad del ser humano de adaptarse a las circunstancias, de superar las adversidades y los traumas que la vida nos depara. Pero una cosa es la capacidad de adaptación y otra bien distinta acostumbrarse a ello. Acostumbrarse lleva implícito resignación, y ello supone ser vencido por la adversidad.

Decía Montaigne que la rutina es tirana. Esta rutina del confinamiento nos está llevando a perder el concepto y la medida de la cuarta dimensión, el tiempo. Estar recluidos nos lleva a reducir nuestra existencia no sólo en las medidas de lo largo, lo ancho y lo alto, sino también en lo que somos. Resignarnos a sobrevivir es dejar de vivir. Ningún proyecto, ninguna tarea pendiente, todo se reduce a pasar los días enganchados a esas noticias esperanzadoras que nunca llegan, a ese pico que augura un descenso que tarda en alcanzarse. De esa información que es difícil de distinguir lo veraz de lo tendencioso con tintes de maldad interesada. Hemos perdido los conceptos de tiempo y de espacio. Todos los días son iguales, ya no sabemos distinguir un día laborable de un fin de semana. Nuestro hogar se ha convertido en lugar de trabajo. Diferenciar trabajo y ocio se torna complicado. El horario laboral se cruza con el ocio, el descanso y lo doméstico.

Pasarán los aplausos, los balcones volverán a estar vacíos, el silencio a las ocho de la tarde se implantará. Nuestra memoria se volverá frágil y volveremos a las andadas. Muchos habrán averiguado, en sus propias carnes, la diferencia entre estar solos y vivir en soledad. Incluso nos pondrán en la balanza elegir entre libertad y seguridad.

¡Qué alguien retire los millones de palomas muertas de nuestras puertas!

¿Quién me ha robado el mes de abril? ¿Cómo pudo sucederme a mí? Joaquín Sabina.

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