Otros mundos
El liberalismo económico, basado en la ley de la oferta y la demanda, y en la nula intervención del estado en la economía, nos está estallando en la cara
No, no es una frase hecha. «La realidad siempre superará a la ficción». Por mucho que la mente humana elucubre escenarios imposibles, por mucho que se afane en anticiparse a los acontecimientos, por mucho que creemos mundos imaginarios inalcanzables, el tiempo nos dará de bofetadas ... en la cara con realidades nunca previstas. Quién iba a decirle a Julio Verne que su imaginación literaria lograría ser superada, en un santiamén, quedando relegada a una literatura de añoranzas nostálgicas. Quién podía augurar que las teorías de pérdidas de libertades reales creadas por Orwell y Bradbury se colarían en nuestras vidas hasta dejarnos adocenados, convirtiéndonos en meros servidores de poderes económicos que, desde las sombras, nos manejan a su antojo. Isaac Asimov, en su libro titulado ‘Los propios Dioses’, imaginaba un mundo paralelo que coexistía con el nuestro, que no éramos capaces de percibir, pero que conducía y manejaba nuestras voluntades y deseos.
Estando aún inmersos en la pesadilla eterna de la Covid-19, con millones de muertos y daños colaterales devastadores, una mancha de negro miedo se cuela por las rendijas de nuestras vidas, llegando hasta lo más profundo de nuestras despensas. El liberalismo económico, basado en la ley de la oferta y la demanda, y en la nula intervención del estado en la economía, nos está estallando en la cara. La panacea del libre mercado nos ha llevado a una globalización que nos hace cada vez más vulnerables. Haber depositado la mayor parte de la producción mundial de bienes de consumo en el mercado asiático nos lleva a una situación de desabastecimiento. Faltan materias primas tan básicas como la pulpa de madera para la elaboración de papel o cartón, o de aluminio y otros metales para la fabricación de conductores, elementos fundamentales en la industria de automoción, electrónica o nuevas tecnologías. El vidrio escasea, y los combustibles están en carrera alcista. Los cereales cotizan en bolsa y ello pone en peligro el sustento diario de cientos de millones de personas. En vísperas del día de Acción de Gracias al, tan codiciado y tradicional, pavo no se le espera en muchas mesas americanas. La industria del juguete ve peligrar su campaña de Navidad por la falta de suministro de materiales desde China. A todo ello hay que sumar la falta de transportistas que lleven a tiempo las mercancías a su destino y el colapso de las principales vías marítimas de trasporte. La energía eléctrica por las nubes, y el miedo por los rumores infundados, a un apagón general cobran fuerza. Todo ello conforma un mundo distópico que cada vez adquiere más presencia. Discernir algo de la verdad entre tantas noticias falsas y tendenciosas se convierte en todo un milagro. El control al que se encuentran sometidas nuestras libertades, bombardeadas con propagandas espurias, nos convierten en mercancía fácil de manejar. Mark Zulergerg, dueño de Facebook, en un intento de limpiar su imagen por la manipulación tendenciosa de nuestros datos, nos quiere trasladar a otro mundo, tan virtual con irreal. El Metaverso, meta de «más allá» y verso de «universo», se nos brinda para vivir una vida irreal. Otros mundo, al lado del nuestro pero que se nos escapan de los verdaderos sentidos.
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