Otros miedos

No es real tanta inseguridad, no es razonable ese miedo irracional a tanta desazón

No hacía mucho tiempo que se habían conocido, pero cupido y sus recursos habían hecho de las suyas. Sus sentimientos a flor de piel los llevaron a tomar la decisión de iniciarse como pareja. Aquella tarde habían concertado una cita en una notaría. Allí formalizarían ... una relación destinada a la perpetuidad.

De camino hacía allí hubo un momento en el que ella palideció. Un sudor frio le cubrió la cara, un temblor se apoderó de su cuerpo. Él se percató, y le preguntó. ¿Qué te pasa?. ¿No estás segura de lo qué vas a hacer? Ella, respondió: no es eso. Es que he visto una araña. Él sonrió y le recriminó, con algo de sorna, qué era un poco absurdo tener miedo de un arácnido tan insignificante.

Juntos, y mucho más tranquila, prosiguieron su camino. Cuando llegaron al edificio de la notaría, en la sexta planta, se colocaron frente a los ascensores. El sudor frio y los temblores se instalaron en el cuerpo de él. Ella, qué lo percibió, le preguntó. ¿No estás seguro de lo que vas a hacer?. Él respondió: no es eso. Es que no me puedo subir en los ascensores. Tengo claustrofobia.

Los miedo son libres, y cada uno tiene los suyos. El escritor uruguayo Eduardo Galeano, uno de los escritores más influyentes de la izquierda latinoamericana, escribía en su libro ‘Patas arriba’ (Reimpresión 2009) de las enseñanzas del miedo. El miedo se ha convertido en una de las industrias más lucrativas. Alarmas que avisan a la Policía cuando detectan un intruso. Sensores que detectan cualquier movimiento en su vivienda. Cámaras que son capaces, incluso en la oscuridad más absoluta, de detectar la presencia de una persona aqueja a la casa. Grabaciones que pueden ser controladas desde su móvil y en las que puedes ver de manera panorámica lo que acontece en cualquier dependencia de su hogar...

Según los datos del Ministerio del Interior nos encontramos bajo mínimos en denuncias contra la propiedad privada. Esa alarma injustificada sólo está argumentada por el lucrativo negocio que supone el miedo infundado. No es real tanta inseguridad, no es razonable ese miedo irracional a tanta desazón. El miedo se ha convertido en algo global: «Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. Quién no tiene miedo al hambre tiene miedo a la comida. La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir. Es el tiempo del miedo. Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar. Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir».

Vuelven los nuevos miedos. A las estanterías vacías, a la irracionalidad de acumular papel higiénico, a la fijación por usar el aceite de girasol que nunca habíamos comprado, a acumular leche entera con fecha de caducidad impresa, a tener que comer yogures a punto de caducar. A la radiactividad silenciosa. A las bombas que resuenan al este. A los locos de atar que nadie supo diagnosticar a tiempo. A las mentiras interesadas. A que el precio de la luz nos deslumbre. A que volvamos a perder la salida del túnel.

El miedo es libre, pero te ata.

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