Números
El desarrollo socio económico y la era digital dependen de los números

En la prehistoria, cuando aún nuestros antepasados balbuceaban sonidos guturales como palabras, una forma de comunicación que la creación privó al resto de los animales, necesitaron de un sistema para poder contar. Expresar de forma clara y concisa lo que era una cantidad ... se convirtió en una necesidad. Dicen los paleontólogos que el primer número uno se grabó a golpes de piedra de sílex en el fémur de un congénere.
La escritura fue el punto de inflexión de la historia de la humanidad. Los números vinieron después. No sólo son una parte de nuestro lenguaje, oral o escrito, sino que son una herramienta fundamental en nuestra sociedad. Medir, contar, ordenar, clasificar, comprar o vender. El desarrollo socio económico y la era digital dependen de los números . Fueron los sumerios los que decidieron dar independencia al número uno. En una región de Australia, los aborígenes Warlpir no utilizan los números. Sólo usan el uno, eran tan pocos en la isla que no precisaban contar. Los babilonios, los egipcios y los hindúes establecieron sistemas propios de numeración. Los romanos no eran buenos a la hora de contar y mucho menos los griegos. Nuestro sistema de numeración actual llama a las puertas de Europa en la Edad Media, a través del famoso libro Liber Abaci, de Leonardo de Pisa, más conocido como Fibonacci. Se arrinconan los números romanos y aparece un sistema de contar más ágil y sencillo.
Cada vez somos más ‘número’, lo del nombre y apellidos pasó a la historia. Que si el NIF, que si el código postal, que si el número de afiliación a la seguridad social, que si el NHUSA (Número de historia clínica de salud de Andalucía). Nuestra identificación se convierte en dígitos debidamente ordenados.
La pandemia nos ha convertido en seres ávidos de números. Nada más levantarnos, la primera consulta a los medios de comunicación tiene que ver con el número de nuevos contagios, los fallecidos, los nuevos ingresos en las UCI y con los curados. Se han convertido en nuestra obsesión. Las tasas de paro, el número de trabajadores en ERTE, el número de familias que se encuentran en situación grave de exclusión social. Pensar sólo en cifras nos puede hacer perder el sentido real de la desgracia y del dolor ajeno. Un número es un conjunto de dígitos ordenados que intenta transmitir un mensaje, pero que cuando se habla de grandes cifras se queda sólo en el intento. La crudeza de la realidad va más allá de tasas de incidencia, prevalencia, mortalidad o letalidad. Siempre habrá alguien que encuentre el lado positivo a un dato, otrora de trayectoria negra y ruin. Que si el IPC, que si el PIB, que si la Prima de Riesgo, que si el IBEX, todo son números de altura. Las personas de a pie precisamos de datos reales, de los de contabilidad de cocina y de piso de 60 metros cuadrados. Todo lo demás son elucubraciones que no llegamos a comprender.
Podríamos apelar a que la Diosa Fortuna se compadeciera de nosotros, desear que la suerte nos mirara de cara en este año tan extraño, por no decir siniestro. ¿Y si la suerte de los estertores del 2020 cae aquí?. En el Sorteo de Navidad compraré el 44868, el número de muertes estimadas por la Covid-19 a finales del mes de julio.