Miedo
El pánico universal provocado por la epidemia del coronavirus (Covid-19) no sólo es una cuestión sanitaria
![Antonio Ares: Miedo](https://s3.abcstatics.com/media/opinion/2020/03/06/v/covid-kJo--1248x698@abc.jpg)
«Su zona de control estaba en perfecto estado de revista. Todo en orden y cada cosa en su sitio. Nadie de alrededor se había atrevido a transgredir ese guión preestablecido que le daba esa tranquilidad precisa para ver pasar los días en calma. De ... buenas a primeras, sin saber por qué, una sensación extraña la inundo las carnes. El pulso se le aceleró, un nudo marinero ascendió hacia su garganta a pasos agigantados. Un sudor frío le empapó el pensamiento. El miedo se había apoderado de su alma. Todo quedaba fuera de control».
De miedos entiende Irene Wagner, protagonista de la novela corta homónima (‘Angst’) del austriaco Stefan Zweig.
Las pasiones y los sentimientos del ser humano son complejos. Por encima de todos el amor, seguido de la alegría, la pasión, el gozo, en el lado opuesto la tristeza, el odio, la ira, la amargura, pero por encima de todos el miedo. El miedo sólo tiene una ida, esa que da la señal de salida en tu mente y que te enajena. Nadie teme a lo mismo.
Los miedos más extremos son personales e intransferibles. El miedo nos paraliza, el miedo nos envilece, el miedo rompe todos los cauces del pensamiento. Cuenta con un aliado, el temor a lo desconocido. Ambos nos vuelven irracionales. El pánico universal provocado por la epidemia del coronavirus (Covid-19) no sólo es una cuestión sanitaria, es la causa y el motivo de un cataclismo de consecuencias imprevisibles.
A la crisis de 2008 se le vio venir, ésta nos ha dado en la cara. De lo económico a lo social, de lo sanitario a lo político, de lo turístico a lo deportivo, de las conjeturas a las ‘fake news’. Por millones se puede contar las informaciones torticeras, malintencionadas y no contrastadas que inundan a diario las redes sociales. Muchas con sorna, otras con interese espurios, y muy pocas con sentido común.
Nunca antes habíamos asistido a una alarma de tales dimensiones. Nunca antes la información sobre la evolución de una enfermedad ha sido tan al instante. De los muertos por hambre ni nos acordamos, de los caen intentando migrar nos hemos olvidado. Nunca antes la «conspiranoia» había calado tan hondo. El conflicto bélico con Irán y los aranceles a los productos exportados desde China han pasado a un segundo plano. La cuenta de Twiter del presidente Trump está a medio gas.
La contagiosidad de este virus, de origen animal, es similar a la de la gripe humana. El año pasado la gripe provocó en nuestro país 6.300 muertos. Este año, a mediados de diciembre alcanzó la condición de epidemia en nuestra provincia, con 83 casos por cada 100.000 habitantes.
Para tener una idea de la dimensión del coraonavirus no hace falta hablar de la gripe española de 1918 con más de 40 millones de muertos. La gripe A de 2009 provocó más de 20.000 muertes. El problema añadido no es sólo su capacidad de contagio, sino el periodo de incubación, que se calcula en dos semanas. Tiempo suficiente para dar dos veces la vuelta al mundo dejando una estela viral.
¿En algún momento el miedo puede llegar a ser racional?