Opinión
Exit-o
Una simple palabra puede ser lo mismo fuego atronador que agua mansa, viento arrasador que quietud calmosa, dolor insufrible que bálsamo de consuelo
![Antonio Ares: Exit-o](https://s2.abcstatics.com/media/opinion/2021/09/17/v/sharbatgula-k3tB--1200x630@abc.jpg)
El cerebro humano se conforma, a modo de urdimbre, como una trama neuronal interconectada. Nuestro Premio Nobel, Santiago Ramón y Cajal, descubrió como fluía la información por nuestro cerebro. Las neuronas eran unidades individuales que se comunicaban entre ellas de manera dimensional a través de ... un espacio. Por un lado las dendritas receptoras y por otro los axones emisores. «Tanta célula, tanto neurotransmisor, tanta descarga, sólo sirven para configurar un complejo mundo de ideas, emociones, imágenes, conceptos y palabras». Una simple palabra puede ser lo mismo fuego atronador que agua mansa, viento arrasador que quietud calmosa, dolor insufrible que bálsamo de consuelo. Las palabras tienen poder, y ese es a veces imprevisible. Para la escritora Irene Vallejo «ellas forman parte de la salud del mundo, debemos respetarlas y utilizarlas bien». Las palabras tienen género, y no me refiero ni al masculino ni al femenino, sino al de su uso. Maltrato es de género femenino, violencia es de género LGBTI, en cambio pobreza es neutra, afecta por igual sin distinguir credo ni ideología. Con la pandemia, en corto espacio de tiempo, hemos podido comprobar como las palabras también se suman a los dictados de las modas. Para nuestro lingüista, el profesor J. Antonio Hernández Guerrero, las palabras de moda van desde la autoestima a la xenofobia. Cuando las palabras se conforman con unas reglas y unas normas empezamos a hablar de idiomas o dialectos. Algunas palabras tienen la suerte de ser tan usadas que superan las barreras de las lenguas. Es el caso de EXIT, basta con añadirle una O, y adquiere un significado totalmente distinto. De una salida por patas en toda regla, a todo un éxito sin precedentes. Después de veinte años de intentar llevar un atisbo de libertad al pueblo afgano fracasamos rotundamente, como siempre que occidente intenta imponer su cordura en otros territorios. Han sido necesarias muchas muertes inocentes para configurar una derrota en toda regla. Pero hete ahí que hemos realizado una salida con el rabo entre las piernas de una manera exitosa.
La preocupación por lo que allí se deja, a parte del material bélico destruido para evitar su uso y de negocios ocultos, no irá más allá de unos pactos con los talibanes de un credo inconcebible y que tienen el odio como rito. De un plumazo hemos condenado a veinte millones de mujeres afganas. Lo de la libertad puede que sea hasta secundario. Hablamos del derecho a la salud y a la educación. La condena de occidente las va a llevar a analfabetismo y a la muerte por silencio. En todas las guerras la peor derrota no es ser vencido, es saber que los vencedores condenaran a muerte a su pueblo. La salida, por qué no decirlo, la huida, de Afganistán ha quitado la vida a mujeres y niñas. Nada ha cambiado después de un millón de muertos, un país destruido, billones de dólares y euros invertidos en la nada.
La portada de la Revista National Geografhic de junio de 1985 recogía una fotografía de Sharbat Gula, niña afgana de 12 años. Sus ojos verdes de desesperanza, intensos y desafiantes, altivos y con dignidad retaban a la pobreza. Parecían preguntar ¿Y ahora qué?.
Tanto dolor, tanta muerte, tanta negación de derechos a mujeres a una vida digna no puede ser un Exit-o.