Delirios

Vladímir Putin, poseído por ese delirio zarista, vuelve a reproducir la opresión que la vieja Europa parecía haber dejado en los libros de historia

Antonio Ares

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En lo más profundo de sus oscuras entrañas aún resonaban los ruidos atronadores de las bombas. Todavía se percibía ese olor caustico de la pólvora que lo impregnaba todo. Como si fuera ayer, seguía percibiendo a flor de piel esa untuosidad pegajosa de la sangre ... ajena. No le importaba nada. Sus genes imperialistas le hacían justificarse ante su propia barbarie. El recuerdo de kilométricas colas de personas deambulando con lo puesto, presas del frío y de la desesperación, volvía a ser presente continuo. No venían de muy lejos, dejaban todo lo que tenían y sus caras e indumentarias nos eran conocidas. Hasta ayer habían sido parte del viejo continente donde las cuitas y rencillas se resolvían con la palabra. Él, desde su opulento trono, dirigía una ofensiva con delirios imperialistas, ajeno al dolor y al sufrimiento. Nada le importaba. Sólo la guerra enardecía su inmenso ego. Poco le afectaba arrastrar a su pueblo, en su delirio, a un abismo ignoto.

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