Mi vecino, el de las estatuas

Esta ola neopuritana se ha propuesto revisar a la historia por la peana, sabedores de que es más fácil embestir que pensar

Andrés G. Latorre

Esta funcionalidad es sólo para registrados

No falla. Puede usted estar soportando estoicamente los tacones de su vecina, los ronquidos de su vecino y las obras que han estado realizando la estruendosa pareja para convertir su modesto pisito de 70 metros cuadrados en un remedo reducido y rococó del Palacio Real ... que, cuando haga usted el más mínimo ruido –bueno, concedo que no será tan mínimo–, bajarán a protestar por lo que consideran una falta imperdonable, un delito de lesa vecindad que debe ser castigado con un «shhh» justiciero o un «sequeri callá» de los de antaño.

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación