‘Vanpiro esiten’ y el nuevo estadio de Cádiz
Hay noticias que sorprenden tanto que, al leerlas, uno sospecha que esconden una clave secreta, un mensaje sólo descifrable para los iniciados
'Vanpiro esiten’. Fue un iniciado el que dio la señal de alarma hace años con una llamativa pintada que alertaba al distraído caminante (o al curioso internauta) de lo que se estaba cociendo y que otros acólitos se encargaron de propalar por las redes. ... Desde hace años, solo hay dos medios para comunicar las verdades que están más allá de este mundo de confusión, de sombras, de reflejos, que es el que transitamos. Una son las ya referidas pintadas que adornan nuestras ciudades y cuyos mensajes, coordinados por la sociedad que conoce lo que se cuece, son una ventana abierta al verdadero saber. «Si te sumba el oído te escuchan con laser la NASA». En Chiclana, además de los mejores chicharrones, tenían al más adelantado de los profetas.
La otra vía son los mensajes cifrados en los medios de comunicación. Lo sé, les estoy revelando demasiado, pero hay secretos que no pueden esconderse eternamente. Habrán notado cada día que en éste y en el resto de periódicos y alguna radio (la televisión ha quedado fuera de este trato) aparecen noticias que no encajan, que no tienen sentido, que parecen formar parte de un relato tan alejado de nosotros como las estrellas del cielo. Son mensajes encriptados, pistas de actuación para los que saben, realmente, de qué va la cosa (algún día, cuando podamos pagarlo, alguien nos contarán qué es la cosa).
Ejemplos podría ofrecerles cientos. Una foto de un político sonriendo puede esconder una despedida a sus fieles y en ocasiones una propuesta epatante es un mapa para los que conocen el código, tal como hemos visto esta semana con la iniciativa de construir un nuevo estadio en la ciudad. Nadie puede ser tan simple como para pensar que se quiere dejar sin uso un Carranza faraónico construido en lo peor de la crisis económica, o que se pretenda hacer un Bernabéu de juguete donde debería ir el nuevo hospital o que la industria que se quiera asentar en la ciudad sea la del pelotazo a la olla y el catenaccio (o quizá la de los grandes conciertos que, seamos realistas, nunca sonaron). Detrás debe haber una clave para una invasión extraterrestre, una petición de auxilio ante un secuestro o una contraseña para abrir la caja fuerte del Banco de España.
O puede que no. Igual toda esta columna, desde la V mayúscula con la que principia al punto con la que termina, es otra mamarrachada más, otro acto de gamberrismo, otra provocación a la inteligencia de quien pierde un minuto leyendo estas líneas. Como las mismas pintadas de las calles que dicen ‘Anamari te quiero’, ‘Sánchez, traidor’ o ‘Vanpiro esiten’. O como las propuestas de nuevos estadios.