Vacúname contra ellos

A las puertas de la vacunación contra la hidra moderna, el Covid-19, cabe preguntarse si los laboratorios no deberían modificar su estrategia y dirigirse a fabricar sus millones de dosis contra la idiotez

Panfleto colocado en la puerta del Carola Ribed.

El otro día, entendiendo el otro día por el periodo que se extiende entre la cena de ayer y la extinción del Triceratops, la compañera Soco López publicaba en su Twitter el pasquín que los más listos de la clase habían colocado en ... la fachada del colegio Carola Ribed , en esa capital del mundo que es Cádiz. Como si de las tesis de Lutero en la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg se tratara, clavaron unas proclamas llamadas a cambiar el curso de la historia. En el cartel, se lo resumo dentro de lo que mi capacidad de síntesis me permite, se leía: «Mascarillas = enfermedad. Oxígeno = vida» . Bravo, toda una epopeya biológica en cuatro palabras. Por si no fuera suficiente, completan el bodegón con la imagen de una señal de prohibido en la que dentro hay una niña con mascarilla y el texto «No al uso obligatorio de mascarilla» . Uno pensaría que no cabe más con menos pero para quien quiera completar incluyen tres amables códigos QR para que el dubitativo negacionista aumente su ciclo formativo. Anticiencias, sí, pero con su página web.

A las puertas de la vacunación contra la hidra moderna, el Covid-19, cabe preguntarse si los laboratorios no deberían modificar su estrategia y dirigirse a fabricar sus millones de dosis contra la idiotez . Sería bella una campaña de inmunización masiva, coordinada entre todas las regiones, contra quienes ven fantasmas en cada sábana, contra los que gritan que todo es mentira cuando, de ese todo, apenas saben nada. Claro que organizar esta campaña sería un reto supremo, no por la falta de temperatura de las instalaciones, sino por la falta de luces de los que tendrían que llegar a los centros de inmunización.

Puede que el lugar perfecto para esta complicada campaña para vacunar imbéciles sean las bibliotecas, si bien eso requeriría explicarles antes dónde están. Una vez allí, sospecharán que los libros, con sus miles de historias de cómo la ciencia salva vidas, son un decorado puesto por Pedro Sánchez, George Soros, Bill Gates o don Diablo . Se verán reflejados en quienes se burlaban de Semmelweis por lavarse las manos para asistir a los partos y fantasearán con cartelitos con el mensaje «Jabón = muerte. Roña = vida». Cuando sepan qué pasó en España con la polio cuando el Gobierno del general de voz aflautada negó la vacunación masiva dirán que todo son paparruchas y que hasta la Celestino Mutis, o la biblioteca de la Avenida 4 de diciembre de 1977, ha llegado el mago Frestón (muy gran enemigo de los que hacen de su molino un gigante) a cambiar la verdad de la buena.

Hasta que llegue la vacuna contra esta plaga, practiquemos la distancia de seguridad con los que pusieron su panfleto a la puerta del colegio cuando quizá les hubiera sido más útil haber entrado, alguna vez, en uno.

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