Tres mosqueteras que son cuatro
Las Niñas de Cádiz cumplen esa regla de oro de que los mejores tríos tienen cuatro miembros
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Primer acto. Cuando era pequeño había una paradoja numérica que me asombraba, me cautivaba y me hacía comprender que había conceptos por encima de lo que querían decir las palabras. Obviamente, no me estoy refiriendo a aquello del dios que siendo uno era tres, que ... se me antojaba desde mi más tierno entendimiento una trampa propia de quien tenía el balón en el patio e iba cambiando las normas a su antojo. Ya saben, los creadores de fuera de juego en la paja del ojo ajeno. Pero les decía que el caso que me fascinaba era el de los tres mosqueteros que, siendo tres, eran cuatro. Y era una verdad incontestable. Los tres mosqueteros eran Aramis, Porthos, Athos y D’Artagnan que, sin estar en la terna, era el más mosquetero. Milagros de corte son.
Segundo acto. En Cádiz sabemos mucho de los juegos de números. Y no me refiero sólo al divertimento mensual de cuadrar las cuentas y de pagar con el euro del mañana, sino a auténticas paradojas que asumimos como naturales y que pasmarían al matemático más versado. Y aquí el tres, que no es un número mágico por causalidad, está muy presente. Especialmente en el Carnaval, donde los cuartetos de tres (o de cinco o, si contamos a los figurantes, de varios miles de personas) son los mejores y en donde el 3x4 es en realidad un 4x4 . Algo que no por sabido puede corregirse porque los tres, en Carnaval, se parecen demasiado a los cuatro.
Tercer acto. Aparecen en escena las Chirigóticas. O Las Niñas de Cádiz, que sin llevar la palabra ‘chirigota’ el término es más carnavalesco. Que son tres hermanas, Ana, Alejandra, Rocío y Teresa, que no es hermana. Son las tres mosqueteras del Carnaval que en realidad son cuatro, un oxímoron de esos que encajan como un endecasílabo en un poema de Rubén Darío o un bastinazo para que rime con trabajo. Cuando vi a Ana López Segovia recoger el premio Max de teatro este lunes me acordé de la anécdota que narra cómo un amigo de Faulkner se extrañó de que éste no hubiera ido a jugar al póker una noche. Cuando le dijeron que había faltado porque tenía que recoger el Nobel dijo, «Ah, ¿pero William escribe?» Nosotros que estábamos acostumbrados a ver a las niñas en las esquinas escondidas con sus chirigotas o romanceros quizá olvidamos que estábamos ante unas grandes de la escena. Que quien se puso la peluca para hacer de Teófila es una de las autoras teatrales con más cosas que decir de la escena española. Que las que pensábamos sólo nuestras están cotizadas en teatro, cine y televisión. Que las cuatro paisanas que nos encontramos tomando tapas cualquier tarde son, por derecho, las tres mosqueteras del teatro español que han hecho suyo el todas para Cádiz y Cádiz para todos.