Trampas a la ruleta rusa
Con el coronavirus no paramos de apretar el gatillo con la secreta esperanza de que la bala le toque al de al lado
Clic. Lo hemos visto en infinidad de películas. . Una bala en el tambor y mucho dinero en la mesa. Interrumpen el silencio los gritos rotos cada vez que se pasan el arma. Ninguno se fía. Cada movimiento les acerca más a la muerte, aunque ... del cañón no salga nada. Nadie ha vuelto del otro barrio para contarlo pero dicen que quien juega a la ruleta rusa sólo oye como protagonista el clic. Si oyes el pum es que no te ha tocado a ti .
Clic. Seguimos jugando en estos tristes días de pandemia a una gigantesca ruleta rusa tachonada de trampas. Pensamos que no pasa nada por apretar una vez más el gatillo y que con un poco de suerte la bala se la llevará otro . Quizá el presidente del Gobierno, o el de la comunidad autónoma del otro partido, o el alcalde de esa ciudad donde subió tanto la incidencia. La bala es para el del bajo, que va al bar a desayunar. O para el del segundo, que sale con la bicicleta. O para la enfermera del quinto. Sólo hay una, no me va a tocar a mí.
Clic. Lo hemos conseguido. El índice de incidencia es ya el número de la lotería. Si sale 1001, ‘dita sea’, otra vez será. Si el bombo saca el 998, albricias, podemos ir al bar. El alcalde de Málaga, como quien lamenta que el pase a Negredo se quedó un poco corto, se lamentaba que si sólo siete personas se hubieran contagiado menos al día en las últimas dos semanas, la ciudad no hubiera tenido que cerrar la hostelería. Como ponerle ruedas a la abuela esperando que se convierta, si no en bici, al menos en patinete. Los listones de los listos.
Clic. Nos consolamos con que el recuerdo nos puede rescatar. En estos días nos autoengañamos con el carnaval impostado, con la falsa sensación de que el agua pasada puede mover cualquier molino . Revisitamos las coplas con la misma ilusión con la que abrimos un regalo de cumpleaños que ya conocemos. Y simulamos la misma sonrisa con la que preguntamos por el ticket regalo. Y el cajonazo nos lo llevamos todos.
Clic. Buscamos al asesino. Siempre es el otro. Quienes no tienen niños se echan las manos a la cabeza porque los colegios sigan abiertos y quienes han legado su apellido a algún bajito de miles de manos, se preguntan por qué la hostelería no chapó hace tres cursos. Los deportistas no se imaginan que les multarán por ir sin la mascarilla, la misma que se quitan con aseo los fumadores porque ellos, en jugarse la vida y la de los demás, tienen experiencia. Los jefes braman que las oficinas son búnqueres contra el virus y los que trabajan en casa piden que cierren buses y trenes. A fuerza de mirarnos el ombligo no vemos lo que se nos está viniendo por la espalda .
Clic.