El Ratoncito Pérez y los parias

El Ratoncito se lamenta de que sólo ese esencial durante la epidemia, cuando no haría trabajar a los Reyes Magos

Pérez se había levantado tarde ese día. El confinamiento no le había afectado demasiado, acostumbrado como estaba a pasar la mayor parte del día encerrado en su diminuta casa después de haber trabajado durante la noche. Se preparó un café bien cargado, de los que ... despiertan con el olor, y una tostada con queso. Adoraba el queso y, aunque el médico se lo había limitado, él pensaba que, al fin y al cabo, al ser un ratón, esos pequeños excesos le eran obligados. Se sentó frente a su rústico y minúsculo escritorio y repasó la prensa diaria. Ojeó, como cada mañana, lavozdecadiz.es . Muertos por el coronavirus, Operación Balmis, una residencia con más fallecidos... Mas entre los reportajes algo le sobresaltó, al punto de que derramó un poco de café sobre sus callosas patitas. El titular era claro: « ’Kichi’ permite trabajar al Ratoncito Pérez en Cádiz ». La alegría se empañó un poco porque el cuerpo de la noticia rezaba que el alcalde le había mandado una carta que él nunca había recibido. «Vaya, parece que tampoco me escapo de lo de enterarme de las cosas por la prensa, como si fuera un ministro más».

El ratón Pérez imprimió el permiso que en redes sociales publicaba el regidor. «Me dice Kichi que tengo que trabajar con mascarilla y guantes, ¿de dónde saco yo la mascarilla?» El roedor había ido una por una a todas las minifarmacias de su ciudad y en ninguna quedaban. Él recelaba. «Si las mascarillas que han repartido en los hospitales eran defectuosas, si no protegían contra el virus, ¿cómo me fío de la que me vendan a mí, que no soy más que un ratón?» Contempló conseguir algunas por la vía de su magia y llevarlas a sanitarios, policías, cajeros y demás operarios que seguían trabajando, pero eso sería quebrar el contrato de regalo por diente. Y es que lo peor llevaba Pérez de esta cuarentena era que tantos precisaran de tantos formalismos y otros pocos, de tan pocos, como expresidentes que se confían y no se confinan.

Pasó el resto del día haciendo inventario de los pequeños regalos que tenía que llevar a los niños que habían perdido los dientes en la cuarentena. «Los dientes y tantas cosas están perdiendo», filosofaba triste. Cumplidor, improvisó una mascarilla casera –de las que sólo protegen la conciencia– se calzó unos guantes de cocina y salió a trabajar. «Los repartidores, los curritos, los ratones sólo somos esenciales cuando hay virus en la calle... en seguida iban a poner a trabajar a los Reyes Magos estando así las cosas», maldijo bolcheviquemente cuando, enfilando Candelaria, se cruzo con un ‘rider’ en bicicleta que llevaba su paquete a quienes se regalan con dientes ajenos.

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