Polvo en suspensión
De los polvos de lo que se cuece en los despachos, desde San Juan de Dios a la Moncloa, nos han venido esta semana unos sorprendentes lodos
Si algo nos enseña la vida es que pocas cosas hay más dañinas que las expectativas . Ya sea en un titular, en el resto del artículo, en un acuerdo internacional o en lo que termina determinándose en un Pleno municipal. Y de ahí ... vienen todos los cabreos: de esa frustración resultante de que los deseos viajen en avión mientras que las posibilidades sigan esperando el tranvía en Segunda Aguada entre accidentes, retrasos y miles de horas de prácticas que nos han llevado exactamente a ninguna parte.
Quizá los más procaces de los lectores, si es que alguno hubiere (tanto de lo uno como de lo otro), evoquen con el titular algún amor que se quedó detenido y rememoren algún ayuntamiento que no llegó a consumarse. Como ha sucedido esta semana, hay ciertos ayuntamientos que visten más cuando se quedan sin ropa y pelotas que abrigan más en tejado ajeno. Ciertas interioridades e interinidades golpean con fuerza las puertas del recuerdo y ahí no hay policía local que valga. Polvo en suspensión es el que llevan acumulando las administraciones desde hace años con los interinos y ahora se encuentran con estos lodos de protestas. Más barro, por si hubiera poco.
¡Ay, las señales que van dejando esas cosas de las que no nos desprendemos! Marcas dejan los amores ya referidos y rendidos, los golpes de las protestas en lonjas, ruedas y lunas de camiones y el bañador cuando uno toma el sol en la playa . Quizá esa sea una de las razones del cambio en las ordenanzas, el amparo a quien no quiera que el sol deje recuerdo amargo y desigual en su piel. Y no han faltado los escandalizados por la medida, los que se queman cuando el sol le calienta el culo al vecino. A los que molesta la idea de que sean los bañadores los que cogen polvo.
Pero si de un polvo en suspensión me acuerdo esta semana es el que ha venido del Sáhara occidental , esa región que era tan española hace unos años –quién se acuerda ya de eso ¿verdad?– como Teruel o Gran Canaria . En suspenso se ha ido dejando la situación de los saharauis desde hace décadas, pensando que el problema se arreglaría sólo o que, mejor aún se lo comería otro. Y se nos ha atragantado a nosotros. La arena que esta semana nos ha secado la garganta y nos ha tiznado de una capa azafranada el coche ha sido un recuerdo de lo que pasa cuando los polvos que estaban suspensos empiezan a caer . Hay polvos que, si se remueven, pueden hacer que más de uno estornude. Y expectativas que, cuando vuelan, terminan por hacernos polvo.