La pasta y el divertido manifestante
Es peligroso que desde Cádiz nos creamos el relato que de nosotros quieren crear desde fuera arrimando sus ascuas a nuestras quemadas sardinas
El jueves, como muchos de ustedes, me quedé de una pieza con la imagen del alcalde dirigiendo, megáfono en mano, a las masas . Como un director de orquesta que llevara la batuta, él esgrimía el amplificador para proclamar que las protestas que se estaban ... produciendo no eran, aunque también, por la mejora de las condiciones laborales en el futuro convenio provincial, sino por decenas y decenas de agravios cometidos no sólo contra los trabajadores del metal, sino contra generaciones y generaciones (iba a poner aquello de generacionas, pero me ha parecido algo chusco) de currantes gaditanos. Como un William Wallace con la camisa por fuera, supo ganarse a un colectivo que ya estaba enfilando la Avenida para ir a buscarle. Como ese encargado que sale a calmar al cliente cuando oye jaleo al otro lado de la tienda.
A mí, qué quieren que les diga, siempre me han dado un poco de coraje (andalusia sensu) los discursos grandilocuentes, las ubérrimas voluntades que prometen liberarnos de antiquísimos yugos o desfacer actuales entuertos. Los grandes ideales funcionan en la mayoría de ocasiones como un primo de Zumosol moral en el que parapetamos reivindicaciones que, pudiendo ser justas, resultan más prosaicas. Y conviene que no se pierda de vista qué es lo que se defiende, sobre todo cuando se opina a millones de años luz de distancia, quizá sobre una mullida silla gamer en Madrid.
La experiencia nos enseña que cuando se enarbola el consabido «esto no es por el dinero» es que, en el fondo, sí es por el parné. Y muchas veces, está bien que así sea. Pero aburre cuando las reivindicaciones, desde un convenio laboral hasta la ruptura de España o la distribución del paro agrario , vienen acompañadas de una larguísima catequesis.
Pero les repito. Si se manifiestan por la panoja, no seré yo quien les diga que está mal lo que hacen. Sólo que ver al hombre blanco explicarnos la génesis de las movilizaciones y la ejemplaridad del ‘homo gaditanis’ me da tanta rabia como oírle decir, llegado julio, que no somos conscientes ni de nuestras playas ni de nuestra gastronomía. Que desde Cádiz nos creamos el relato que de nosotros quieren crear desde fuera arrimando sus ascuas a nuestras quemadas sardinas ya me parece de risa. Porque de poco servirán las movilizaciones si nos dan la épica, nos confieren el valor, nos llenan de tuits de apoyo pero sigue volando el dinero.
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