Los papelillos y los días
Prefiero una fecha fija aunque disonante que una serie de reuniones con distintos colectivos para decidir fechas, aforos, limitaciones y hasta si se le cambia el nombre al teatro
Dicen los que saben de las cosas, que, por lo que uno oye en la calle y lee en las redes sociales, son casi todos, que las opiniones son como los culos, que todo el mundo tiene una. Esta sentencia, además de una ordinariez y ... un tópico, no deja de ser un sofisma, ya que todos tenemos culo –voy a intentar no escribirlo más veces– pero no siempre una opinión en la retaguardia. Eso sí, quien cree que tiene una buena opinión, al igual que quien tiene un buen culo –vaya, les he vuelto a engañar, espero no hacerlo más veces– siempre trata de lucirlo.
No ha sido una excepción la decisión de nuestro ayuntamiento de retrasar el concurso del Falla y la celebración en la calle de lo que hemos venido a convenir que son los carnavales. Aquí las opiniones han sido como ciertos pantalones que, cuando van bajos de cintura, siempre terminan enseñando un poco de... bueno, creo que con fallarles una vez ya he tenido suficiente. No ha habido sorpresa y, como siempre que hay que ponerse de acuerdo en algo, los argumentos que se han esgrimido para rebelarse revelaban, por lo general y desde las más santas instituciones al último julián de la calle, los propios intereses. Cada cual se tiraba de los pelos en función del tamaño de su sombrajo. Que si ese día es el Corpus, o en esa fechas son las funciones de fin de curso, o las ferias, o la boda de mi prima Amparo. Han faltado sardinas para tantas ascuas.
En esto de la opinión, parto con la ventaja de tener una columna semanal y como no está bien esconderse siempre en el retruécano retorcido, la ironía inane o la anáfora sin asas, se la daré. Creo que el Ayuntamiento ha hecho lo que se le tiene encomendado, que es tomar decisiones. Prefiero una fecha fija aunque disonante que una serie de reuniones con distintos colectivos, desde los más píos hasta los más bolcheviques, para decidir fechas, aforos, limitaciones y hasta si se le cambia el nombre al teatro. En la fecha, entiendo que el aficionado, como quien ve una carrera de fórmula 1, quiera apostarlo todo al movimiento más intrépido, pero me parece conveniente el celo del Kichilato ante lo que puede pasar en el mes de enero, cuando debe empezar el concurso. No olvidemos que en agosto del año pasado ya estábamos pensando que en Navidad el virus no sería ni un recuerdo. El piloto del Ferrari (o usted con el Ibiza) tiene que ganar la curva con cuidado, al igual que artesanos, modistas, letristas y componentes no se pueden arriesgar a que en dos meses llegue la variante Kappa y los cape. No puede ser que con nuestra opinión sean ellos los que se queden, al final, con el culo al aire.